Anuncio de Cuaresma

Este domingo, a las 18.00, tendrá lugar el ‘Anuncio de Cuaresma’ en el templo parroquial,  para ayudarnos a entrar en este tiempo de preparación para la Pascua.

 

Kiko Argüello sobre la Cuaresma-

París, miércoles de ceniza de 1978

 

Queridos hermanos,

             Que la paz y la alegría de Nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros. A Él, que nos ha mostrado lo que es la misericordia, la gloria y la bendición por los siglos. Obedeciendo al deseo de tantos itinerantes, catequistas vuestros, de escribir con ocasión de la Pascua una carta, en la cual podáis encontrar una ayuda y guía para esta Vigilia Pascual, me veo con la obligación de escribir, no sin la preocupación de alguien que no sabe escribir (vosotros sabéis que lo hago pocas veces) y con el temor de repetir cosas que vosotros ya sabéis.

             Esta es la quinta carta de Pascua que escribo a las comunidades. En las cuatro primeras creo que describí, más o menos, las principales características de nuestra gran Fiesta. De todos modos, intentaré deciros alguna cosa. Hoy, Miércoles de Ceniza, comienza la Cuaresma, la cual me invita a la conversión. Mi gran deseo sería el de ir al desierto a rezar…pero no me es posible. Pienso en las tres tentaciones de Jesús, y esto me ayuda en esta Cuaresma a comenzar de nuevo el combate: el corazón. Cuanto me gustaría amar a Jesús con todo mi corazón, sin murmurar contra él cuando me siento triste, o cuando sufro las incomodidades, las incomprensiones o los problemas propios de mi condición de apóstol itinerante.

              La primera tentación: Israel murmura contra Dios, porqué, según ellos, comían un pan miserable en el desierto y recordaban cuando comían cebollas, la carne, los melones y los peces de Egipto. También yo recuerdo mi vida en Egipto y soy tentado, en la concupiscencia de la sexualidad, tantas veces del deseo de afecto, del querer descansar, en resumidas cuentas, de buscar mi placer en todo. Jesús está cuarenta días en el desierto. Es incomodo, es duro sentir hambre, hambre de amor, hambre de afecto, hambre de comodidad; ¡de pan! “¿Si tu eres hijo de Dios, porque tienes que sufrir?”. Si Dios es tu Padre…¡ te tiene que amar!, ¡debe de desear lo mejor para ti!, “¿Porque tienes que pasar hambre?”, “¡Di que estas piedras se conviertan  en pan!”…Jesús, hazme responder contigo hoy y mañana: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

             He aquí tu palabra que se me ha dado en la historia, en mi historia concreta de cada día, en mi cruz de hoy: ¡Ella!, ¡ese es mi Pan! “Maestro, come”.  “Mi alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado”. La Iglesia sabe que yo tengo esta tentación, y me defiende y me ayuda contra mi mismo. Y en esta Cuaresma me dice: Ayuna, ayuna seriamente, y se alejará de ti el demonio cuando vea tu voluntad decidida a aceptar el PAN de la voluntad de Dios. Señor, ayúdame a quererte con todo mi corazón. “Shemá Israel, amarás a tu Dios con todo tu corazón”. Sobre la cruz estás con el corazón golpeado y destrozado. Moisés golpeó la roca del corazón incrédulo…y dudó, mientras que los soldados no dudaron, golpearon, hirieron, mataron…y brotó sangre y agua, y quien lo vio da testimonio. De tu costado surgió, Señor, la vida de la nueva Eva, del nuevo Adán, la nueva humanidad: una nueva creación, un nuevo corazón, no de piedra, Señor, sino de carne como el tuyo, fácil, fácil de traspasar. “Yo arrancaré de vosotros el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.

             “Shemá Israel. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma”

             Con toda el alma, con todo tu espíritu, con todo tu ser, con toda tu vida, es decir, arriesgándote tu mismo. “Quien no pierda su vida, no la encontrará”. Perderse, humillarse, morir: Fracasar. ¿Por qué fracasar?, ¿Por qué caminar por lugares oscuros sin saber a dónde se va?, perder la razón, y perder el alma, siempre con el riesgo de pensar si estaremos locos o no, dónde viviremos, solamente con la fe, y con una fe desnuda…¿Por qué?, ¿Por qué arriesgar y caminar así, apoyados únicamente en Dios y no en nosotros?. “Lánzate desde el pináculo del Templo, y los ángeles te recogerán, para que tu pie no tropiece con piedra alguna”, y viéndote así venir del cielo, como los ángeles, todos creerán en ti, ¿Lo ves?,  ¿Por qué pasar por la cruz?, ¿Por qué tanto sufrimiento?, ¿No entiendes?, ¿Por qué caminar sin entender? ¡No te escucharán!, ¡la casta sacerdotal no te aceptará! Tú eres un trabajador, un laico sin cultura; ¿Puede venir algo bueno de Galilea?, ¡Fracasarás, te matarán!, ¿Por qué no tentar a Dios?, oblígalo con tu fe para que vea que las cosas son de otra manera, que cambie la historia: hay tantos sufrimientos, son tantas las enfermedades, tantos niños subnormales, tanta miseria y tanta cruz, y tanto el fracaso. ¿Por qué?, ¿quizás Dios no existe?, ¿O no ha hecho bien las cosas?, ¡Sería todo tan fácil si cada uno pusiera algo de buena voluntad!…

             “¡Apártate de mi Satanás!, tu juzgas las cosas según el mundo y no según Dios”. También yo me escandalizo de la cruz, de la muerte, del riesgo, también yo no acepto las humillaciones de estar por debajo de los demás, de perder mi vida, de no triunfar, de no ser el primero, de que las cosas no sean y no se hagan como lo quiero yo. La Iglesia me invita a la oración, a humillarme delante de Dios, a reconocer que yo soy una criatura suya, que yo no soy Dios, que Dios es el otro. ¿Pero como puedo rezar,  si yo no se hacerlo? Inténtalo como mejor sepas, cualquier forma es válida. Pronto te lo enseñaremos, si estás al principio del Camino. Jesús sobre la cruz, todo arriesgado, todo perdido, con la frente –signo del alma, de la razón y de la vida- coronada de espinas, en una humillación total, hasta la burla, hasta la payasada, hasta el menosprecio. Si Dios ha permitido un final tan triste, “es seguro, era un pecador…” pensaban los fariseos según leían en las escrituras. Y pensaban bien, porque murió como un pecador en tu puesto y en el mío. ¡Qué amor tan estupendo!,  nadie me ha amado así jamás, de forma tan gratuita.   

             “Shemá Israel. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza”

             Con toda tu fuerza, con todo tu trabajo, con todo tu dinero. El dinero, símbolo del poder; con el dinero –solimos oír- se obtiene todo. Israel en el desierto se fabrica rápidamente un ídolo de oro para pedirle aquello que necesitaban. El dinero resuelve tantas cosas…Dinero, poder, IDOLATRÍA. Aquél que tiene poder es temido, se le respeta. El trabajo me realiza, me construye, me permite ganar dinero y tener cosas. Tener poder: ¡dominar! Cuántas discusiones por dinero, cuántos sufrimientos. “Todo esto te daré” – y le muestra la riqueza y la gloria de este mundo – “si tú me adoras”. He aquí la tentación. Ganar el mundo, ser famoso, que todos te admiren, que te quieran. Fama y dinero. “¿Para qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si puede perder su alma?”. Trabajar, trabajar, con todas sus fuerzas: el trabajo, el dinero, la política, el poder. “¿De quién es esa imagen?” pregunta Jesucristo cuando le muestran la moneda del César. “De César”, le responden. “Entonces dadle al César lo que es del César…” Jesús sobre la cruz, con las manos con las que trabajaba de carpintero traspasadas con clavos, manos y pies, con los que hacía fuerza en el trabajo. Amarás a Dios con todas tus fuerzas, con todo tu trabajo, con todo tu dinero.

              La Iglesia nos invita a dejar la alienación que nos procura el dinero y el afán de eso. Nos habla de limosna, haced limosna, “haced tesoros en el cielo”, “vended vuestros bienes”. A los notables y fariseos de la época, amigos de las riquezas, dice: “Dad aquello que tenéis en limosna, y todo será puro para vosotros”. Palabra fuera de la realidad…Tu estás fuera de la realidad y de la vida, esclavo del dinero, día y noche con el corazón seco de avaricia y de idolatría. Convirtámonos a Dios, tú y yo. También yo soy tentado todos los días: sin dinero no se puede hacer nada…es necesario viajar, comer, vestirse, tener una reserva para los imprevistos. Dejemos la idolatría y restituyamos aquello que habíamos robado, a causa de nuestra avaricia, a los pobres.

             El corazón, el pan, el ayuno, el alma, el orgullo, la oración, la fuerza, el dinero, la limosna. La Iglesia nos invita en la Cuaresma a reproducir en nosotros el combate de Jesús. A vivir con Él el tiempo del desierto. Eso nos ayudará a reencontrar la historia de nuestra salvación. Nos despierta y nos muestra cuál es el combate de mantenernos como cristianos en la vida. Como hemos visto, en esta breve explicación de las tentaciones se encuentran cuatro líneas, por decirlo así, contrapuestas:

             -La primera, el Shemá: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas.

            – La segunda: el camino de Israel en el desierto, a donde Dios le lleva para que entienda lo que hay en su corazón, para que vea cómo duda de Dios y lo tienta, y cómo busca otro dios más visible que haga su voluntad.

            – La tercera: Jesús, nuevo Israel, viene a seguir las huellas que Dios, su Padre, le ha trazado a través del Éxodo cumpliendo el Shemá en su carne.

            – y la cuarta: Cristo Resucitado y vivo hoy en la Iglesia, que nos da su mismo Espíritu, y que nos permite obedecer a Dios según el camino del Éxodo, realizando el Shemá y ayudado por la Iglesia que, como una madre, nos enseña a ayunar, a rezar y a hacer limosna.

             Alguno, viendo este esquema sustancial de la Cuaresma, podría pensar que necesita esforzarse, haciendo limosna, rezando, ayunando, y que así es como se llega a ser cristiano; mientras –como se ve en el Evangelio- todo esto ha sido antes del bautismo. Jesús ha pasado treinta años en la familia de Nazareth, hasta que se hizo adulto y, después de ser bautizado, “fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, para ser tentado por el diablo”. Para nosotros, ¿Qué quiere decir todo esto? Nuestra Cuaresma es todo el tiempo Catecumenal, en el que la Iglesia, haciendo crecer tu Bautismo, te enseña a combatir y a vivir este Shemá: es decir, a amar a Dios con todo tu corazón, sin murmurar por el sufrimiento de todos los días; con toda tu alma, aceptando tantas veces sin entender, y arriesgando tu vida; y con todas tus fuerzas, es decir, con todo tu dinero y con tu trabajo.

               Así, vosotros sabéis, tenemos un tiempo de pre-catecumenado en el que somos puestos frente a nuestras fuerzas, al trabajo, a la familia, a las riquezas, a la relación con el dinero (1ª tentación). Un tiempo catecumenal en el que somos iniciados a la oración,  a aceptar  que nosotros no somos Dios, a hacernos pequeños, a aceptar la humillación, a ser sencillos (2ª tentación). Y un tercer tiempo, el de la Elección, donde la Iglesia te enseñará a entrar en la cruz de todos los días, vivir en la cruz cotidiana, como camino que Dios ha elegido para tu salvación, a ayunar del mundo para vivir del pan venido del cielo, nuestro Señor Jesucristo, palabra de Vida Eterna para nosotros (3ª tentación). He aquí que, acabado el Camino Neocatecumenal, la Cuaresma representa para nosotros la gestación a la fe que finaliza en la Pascua.

             Este es el contenido más profundo de la Liturgia de la Cuaresma, del ciclo cuaresmal, que es muy rico de las etapas de preparación del Bautismo. El catecumenado en la Iglesia primitiva acababa siempre en la Pascua, con el agua del Bautismo, que significa “el fin del pecado, y el inicio a la vida nueva” (como dice el himno de la bendición del agua de la fuente). Digo esto para que entendáis la importancia en la Iglesia primitiva de la Vigilia pascual; el esplendor de esta Noche Santa, que señala el nacimiento del hombre celeste en nosotros, y que nos da la ciudadanía de la Jerusalén Eterna; Noche que nos da  acceso, como hijos de Dios, a la herencia que nuestro hermano Jesús nos ha dejado en testamento con su muerte por nosotros. Se ha acabado el tiempo de la niñez, de siervo, y la Iglesia nos restituye lo que nos pertenece: El Espíritu del Amor.

            Cristo, conociendo la fatiga, la pobreza de amor que teníamos, y por eso el sufrimiento constante  que nos encontramos en el vivir cotidiano y cómo en nuestro espíritu anida la muerte y el miedo a ella que nos lleva tantas veces a la mezquindad y al egoísmo, él, Cristo, lleno de amor y ternura por nuestra condición existencial, ha extendido sus brazos en la cruz, y ha ofrecido su cuerpo como alimento para la muerte, matando la muerte y, muerto por mis y por tus pecados, ha hecho testamento en mi y en tu favor de la vida que estaba dando. Si la deuda de mi pecado y del tuyo era la muerte, el la ha pagado con su muerte, haciéndose pecador: he aquí que, Resucitado de la muerte, tu y yo con él somos también Resucitados de la muerte, por tanto su Resurrección nos justifica, y es su Resurrección una luz, un canto, una trompeta que anuncia que tu tienes acceso gratuito para recibir el Espíritu Santo.

             ¿Pero, cómo podremos recibir esta riqueza que Dios ha depositado en la Iglesia? Acercándonos a ella,  dejándonos que en ella seamos lavados gratuitamente y, despojados de nuestro cuerpo de pecado, nos revistamos de la nueva condición humana. Por eso Cristo ha muerto y ha Resucitado. Por esto ha bajado del cielo e intercede por nosotros. A fin de que en la Iglesia podamos recibir un Espíritu nuevo, un Espíritu que no está  más sujeto a la muerte, porque la ha vencido, porque ha resucitado de la muerte; un Espíritu que nos tranquiliza en el fondo de nosotros mismos, que nos da la paz, nos consuela, que nos da testimonio de que Dios es nuestro Padre, que frente a la cruz nos dice: “¡no tengas miedo!”. Al fin y al cabo, un Espíritu que nos hace vivir el hoy  más felices. ¡Cuanta gente vive llena de sufrimientos terribles!, ¡cuanta gente vecina nuestra sufre por las cosas más pequeñas!, histéricos porque la vida no es como les gustaría. Van al psiquiatra para pedir ayuda, para que le enseñe a aceptar su vida y a amar a los demás, porque se rinden, viendo que dentro de ellos no existe el amor. Y nosotros sabemos que toda esta gente podría ser más feliz si supiera que en la Iglesia le espera una herencia que le pertenece, un Espíritu que Cristo ha ganado para todos, un Espíritu que es el amor, con el que desaparecen las fatigas de la vida, con el que pueden amar mejor a la mujer, a los hijos, a los compañeros de trabajo, con el que se aceptarán mejor a si mismos. ¡Pero no lo saben!

             ¿Cómo no dar la vida para que la Iglesia llegue a ser un lugar creíble para los hombres? Ah, ¡si todos los hombres supiesen que existe una piscina, un agua donde quien se lava queda curado en lo profundo de su ser! Y esta agua no la podemos separar de la Vigilia Pascual. ; Porque de esta noche emana agua, como una fuente de Vida Nueva. En esta fuente nosotros bautizamos a los niños pequeños, en ella reencuentran la Vida aquellos que han finalizado su proceso Catecumenal, en ella nosotros somos invitados a mirar a Jesucristo Resucitado y Victorioso, para darle gracias y gritarle, llenos del amor de la gratuidad: ¡Ven Señor Jesús!,  ¡si tu vinieras en esta Vigilia Pascual y todos los hombres te contemplaran como eres verdaderamente, lleno de ternura para con todos!, ¡cuantos descansarían de sus fatigas!, ¡si tu vinieras en esta Vigilia y contigo fuésemos transformados, y pudiésemos pasar de nuestro banquete gozoso, lleno de cantos y flores, a tu Reino, al Banquete Eterno contigo! Aunque Tú no retornases, celebrar este magnífico Sacramento, donde Tú te haces presente en nosotros, nos arrastraría a llevar este amor, durante el año, a todos los hermanos a los que todavía no les ha llegado esta realidad.

             Tu fortificas nuestra espera; Durante todo el año aumenta nuestro deseo hacia ti, te anhelamos, sentimos nuestro exilio en Babilonia, llegando incluso a suspirar por nuestra muerte física, última Pascua que nos introducirá en la Jerusalén Celeste.

             Como vosotros sabéis, hermanos, nuestro Camino Neocatecumenal tiene una finalidad precisa: abrir un itinerario de retorno a la casa del Padre para la oveja perdida, para los alejados de la Iglesia. En este sentido, nuestra fiesta Pascual tiene una importancia de primer orden porque en ella se predica y se realiza el contenido de nuestra fe. Obviamente hemos de adaptar este Camino a las condiciones del actual contexto histórico: por un lado, ayudar a los hermanos alejados que vuelven a acercarse a la Iglesia y, por el otro, seguir inmersos en la tradición más viva y auténtica de la Iglesia. El Papa Pablo VI, el miércoles 7 de julio de 1976 hablando a cerca de la necesidad  hoy de reconstruir la Iglesia, decía: “Todo el trabajo realizado durante los siglos que nos preceden…nos llaman a volver a empezar desde la cabeza, recordando lo celosamente guardado por la historia auténtica de la Iglesia para esta y para las futuras generaciones, pero conscientes de que el edificio, hasta los últimos tiempos, reclama de un nuevo trabajo, reclama una construcción laboriosa, fresca, genial, como es la Iglesia, el edificio divino, que debe comenzar hoy su aventura y desafío hacia las alturas del cielo”. Por eso, ayudaros a vivir la Vigilia Pascual es la finalidad fundamental de esta carta.

La paz y la gracia de Jesucristo, nuestra Pascua, sea con todos vosotros

 Kiko Argüello

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