La azucena de Vic

Beata María del Patrocinio de San José-

 

María Badía Flaquer nació en Bigas (Barcelona) en 1903; era la menor de cinco hermanos. Educada en la más recia tradición cristiana de la familia, tuvo también la suerte de ser conducida por los caminos del espíritu desde la infancia por la mano maestra del párroco de Bigas (Barcelona), mosén Gabriel Oller, pero será el Dr. Lladó, también mártir de Cristo, quien la conduzca al Carmelo de la Antigua Observancia de la Presentación de Vic (llamado popularmente de las “Devalladas”), junto con su paisana y amiga Rosa. Esta se le adelanta; María, sin embargo, habrá de soportar la fuerte oposición de su propia familia y, cuando al fin un día decide marchar de casa, muy temprano y a escondidas como otra Teresa de Cepeda, ingresará en el monasterio. Desde el convento escribirá a su madre y hermanos justificando su huida. “Tenía que hacerlo”», explica. Era octubre de 1929 cuando ya María contaba 26 años.

Profesó de novicia con el nombre de Sor María del Patrocinio de San José el día 13 de abril de 1931. A partir de esta fecha, la ya religiosa carmelita emprende un raudo vuelo por las alturas de la santidad, a pesar de la incertidumbre que para la vida religiosa presagiaba la impuesta II República justo por aquellos días. A pesar de todo, emitirá su profesión solemne el 14 de abril de 1934, aniversario de aquel régimen tan poco afecto a la vida del claustro.

El 18 de julio de 1936 resonó en el convento el grito de guerra; las carmelitas tienen orden de desalojar el monasterio.

Así lo narra Gómez Catón en su martirologio (pág. 44ss):

Salió del convento el 21 de julio de 1936, hacia la casa del Dr. Antonio Urgel, de la calle Riera (nº 20, 22 y 26), con dos religiosas más, al llegar los incendiarios a la ciudad episcopal sembrando por doquiera terror. Consciente de su situación, dice allí:

-Que me martiricen, que me maten: nada me importa…; que me toquen, eso no lo consentiré jamás.

El 25 ó 26 siguiente, pasa al domicilio del canónigo magistral, Dr. Juan Lladó Oller, acompañada de la Madre Superiora y de una novicia mejicana, resueltas las tres a su inmolación.

El 13 de agosto, hay un registro en esta vivienda de la Plaza de la Merced, nº 5; y dice con igual firmeza:

-Vamos allá. Hay que tener ánimo y sea lo que Dios quiera.

Detenida y sometida a interrogatorio, los forajidos se miraron entre sí y todos a Sor María del Patrocinio de San José.

-Por ahora, dicen, nos llevamos a esta monja y a los curas.

Son éstos el padre Juan Bautista Arqués Arrufat, misionero claretiano y el rector de Artés (Barcelona), José Bisbal Oliveres.

Se la ve, a eso de las diez de la noche, conducida al ayuntamiento, la mirada recogida. Su belleza es el centro de atención. Dos horas tensas, desde la seducción a la amenaza. “Solo por ser religiosa, la maltrataron, sin juicio alguno”. Por fin, el presidente del comité antifascista exclama, derrotado, a sus esbirros:

-Tomad a esta mujer y haced con ella lo que queráis.

A las 12,30 de la noche, los detenidos son trasladados en dos coches a la cárcel, donde reemplazan al padre Arqués por el vicario general de la diócesis de Vic, Dr. Jaime Serra Jordi, de 89 años de edad. Y los dos autos salieron por la carretera de Sant Hilari. En el kilómetro cuatro, frente a la parroquia de Sant Martí Riudeperes, el señor Casany Alsina oyó un gran barullo de los milicianos, seguido de una descarga que abatió a los dos sacerdotes.

Unos minutos después, percibió una voz femenina angustiada:

¡Eso no! ¡Mil veces morir antes que hacer eso!

Había un gran ajetreo y voces de los hombres:

¡Echa a correr! ¡Échate a correr!, seis o siete veces.

Se la pudo ver, en efecto, iluminada su bata blanca por la luz de los faros y corriendo, al tiempo que disparaban sus armas sobre ella.

A unos treinta metros de la carretera, aún de pie, exclamó con voz potente y clara:

¡Dios mío, perdóname, que soy muerta!

Y se desplomó sobre unos juncos, el pecho en tierra, las manos cruzadas sobre sí apretando un crucifijo. Era hermosa, guapa y bastante joven. Los milicianos se burlaban con su lenguaje indecoroso de los curas y las monjas. Su vientre tenía más de treinta balazos.

Un sujeto, llamado Castany, diría a la Superiora tales palabras:

-¡Cómo hicieron sufrir a aquella pobre monja para arrancarle su pureza!

También se pudo saber que uno de los asesinos comentó más tarde:

-Hemos hecho demasiado con esa mujer. ¡A esta sí que la podrán hacer virgen y mártir!

Así en efecto, desde su muerte y con tales testimonios, se la considera mártir de la fe y de la castidad.

Eran las primeras horas del 14 de agosto, vísperas de la Asunción. La Beata María del Patrocinio de San José fue elevada a los altares el 27 de octubre de 2007 junto a 497 mártires de la persecución religiosa 1934-1939.En este numeroso grupo de mártires se encuentran diecisiete Carmelitas de Cataluña: cinco sacerdotes, un subdiácono, cinco estudiantes de filosofía, tres hermanos profesos, dos novicios y nuestra protagonista de hoy, que era monja de clausura. Todos forman parte de la causa Beato Ángel Mª Prat y 16 compañeros mártires.

 

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=27249

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