Historia del Escapulario

LA IMPOSICIÓN DEL ESCAPULARIO, UNA TRADICIÓN MARIANA


“La devoción del escapulario del Carmen ha hecho descender sobre el mundo una copiosa lluvia de gracias espirituales y temporales” (Pío XII, 6-VIII-1950).

– HISTORIA y VIDA de un SIGNO de FE –

El Escapulario es un símbolo de la protección de la Madre de Dios a sus devotos y un signo de su consagración a María. Fue entregado por la Santísima Virgen al General de la Orden del Carmen, San Simón Stock, en el año de 1251, y con el tiempo su imposición solemne a los fieles durante la fiesta de la Virgen del Carmen se fue consolidando, hasta nuestros días, cuando su significado y adquisición ha perdido valor.

La secularización de nuestra sociedad ha provocado la involución y pérdida de muchas de nuestras más antiguas costumbres relacionadas con la fe cristiana, que antaño eran conocidas y vividas con fervor y alegría. Una de esas prácticas que con los años ha pasado a un segundo, o tercer plano, incluso dentro del propio ámbito eclesial, es el de la imposición del escapulario.

La palabra escapulario proviene del latín “scapulae” que significa “hombros”. Originalmente era un vestido superpuesto que caía de los hombros y llevaban los monjes durante su trabajo. Con el tiempo se le dio el sentido de ser la cruz de cada día que, como discípulos de Cristo, llevan los cristianos sobre sus hombros. Para los Carmelitas, particularmente, pasó a expresar la dedicación especial a la Virgen Santísima y el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás.

La entrega del escapulario, aunque puede realizarse de manera independiente a lo largo del año, tiene su cenit el día de la Virgen del Carmen, el 16 de julio, fiesta por antonomasia de la Orden del Carmen extendida por Benedicto XIII (1328-1423) a toda la Iglesia universal, y día en que San Simón Stock recibió el ‘hábito de la Virgen’.

Dicha entrega suele realizarse después de la celebración del Sacramento de la Eucaristía, en la que se realiza una breve oración y el sacerdote lo impone a aquellos que libremente lo quieran recibir.

La imposición se hace preferentemente en comunidad, y principalmente a adultos, aunque los niños de ningún modo están excluidos, y es necesario que en la celebración quede bien expresado el sentido espiritual de las gracias unidas al escapulario de la Virgen del Carmen y los compromisos asumidos con este signo de devoción a la Santísima Virgen.

Desde el siglo XVI -que es cuando se extiende por toda la cristiandad el uso del escapulario del Carmen- casi todos los Papas lo han vestido y propagado. El Papa Juan Pablo II, que era terciario carmelita, recordó en diversas ocasiones que vestía con devoción, desde niño, el escapulario del Carmen.

La devoción a la Virgen del Carmen se propagó particularmente en los lugares donde los carmelitas se establecieron, principalmente en Europa y América. Entre los lugares de España en que se venera a la Virgen como patrona, está Beniaján, Murcia. En América es patrona de Chile; en el Ecuador es reina de la región de Cuenca y del Azuay, recibiendo la coronación pontificia el 16 de Julio del 2002. En la iglesia del monasterio de la Asunción en Cuenca se venera hace más de 300 años.

El escapulario verde: otra realidad, una misma fe

Aunque el Escapulario de la Virgen del Carmen es el más conocido y extendido en la fe cristiana, encontramos otro escapulario, denominado ‘verde’, para distinguirlo del ‘marrón’ que es el color del escapulario del Carmen y el hábito carmelitano.

Este escapulario tiene su origen en la aparición de la Virgen a la Hermana Justina Bisqueyburu en 1840, llevando “la vestidura de la conversión – El escapulario verde.” Ella dijo: ” Esta insignia santa de mi Inmaculado Corazón ha de ser un gran medio para la conversión de almas…” Aunque es una práctica  menos extendida, este escapulario se emplea cuando en la familia hay algún familiar o amigo que se encuentra lejos de la fe, con la intención de interceder ante la Madre Santísima por su conversión.

Por un periodo de más de seis años, La Virgen se le apareció a la Hermana Justina y le respondió muchas preguntas con relación al escapulario y a su uso. Para la utilización del escapulario Verde no es necesaria ninguna bendición especial, además que tampoco ha de tener ninguna inscripción, a diferencia del escapulario del Carmen. Puede ser bendecido por cualquier Sacerdote. Si la persona que nosotros queremos que se beneficie de este escapulario no conviene en llevarlo consigo, éste se puede colocar en cualquier sitio de su habitación. Cada día se debe decir la siguiente oración: “Inmaculado corazón de María, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte” Si la persona por quien se tiene intención en el escapulario no va a decir la oración, entonces aquel que lo regala debe de decirla en su lugar todos los días.

– GÉNESIS de un SIGNO MARIANO –

El escapulario de la Virgen del Carmen es, desde hace siete siglos, uno de los signos de la tradición de la Iglesia Católica, aprobado por ella y aceptado por la Orden del Carmen como manifestación externa de amor a María, de confianza filial en ella y como compromiso de imitar su vida.

En la Edad Media muchos cristianos quisieron asociarse a las Órdenes religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos, Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas, por medio de Cofradías o Hermandades. Todas las Órdenes religiosas quisieron dar a los laicos un signo de su afiliación y participación en su espíritu y en su apostolado. Ese signo era una parte de su hábito: la capa, el cordón y el escapulario.

La palabra “escapulario” indica un vestido superpuesto, tradicionalmente llevado por los monjes durante el trabajo manual y que, como hemos anticipado, con el tiempo adquirió, entre otros, un sentido simbólico: el de llevar la cruz de cada día.

En algunas Órdenes religiosas, como en el Carmelo, el escapulario se convirtió también en signo de su manera de ser y de vivir, pasando a simbolizar la dedicación especial de los carmelitas a María, la Madre del Señor, y a expresar la confianza en su protección maternal; el deseo de imitar su vida de entrega a Cristo y a los demás. Se transformó en un signo mariano. Entre los carmelitas se llegó a establecer el escapulario reducido en tamaño, como la señal de pertenencia a la Orden y la expresión de su espiritualidad.

En la actualidad consiste en un cordón que se lleva al cuello con dos piezas pequeñas de tela, una sobre el pecho y la otra sobre la espalda, y es, junto con el rosario y la medalla milagrosa, uno de los mas importantes sacramentales marianos. En el escapulario debe estar presente la imagen de la Virgen María y la de Cristo, siendo común la presencia del escudo del Carmelo.

Puede sustituirse por una medalla, pero tanto la medalla como el escapulario deben estar bendecidos. San Pío X (Santo Oficio- 16.XII.1910) decretó que el escapulario, después de su imposición, puede sustituirse por una medalla de metal que lleve por un lado una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por el otro una imagen de la Santísima Virgen, de cualquier advocación.

Una vez bendecido el primer escapulario, el devoto no necesita pedir la bendición para escapularios posteriores. Los escapularios gastados, si han sido bendecidos no se deben echar a la basura. Se pueden quemar o enterrar como signo de respeto.

Dice San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia: “Así como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia de la Madre de Dios.”

El escapulario, al ser un sacramental, no nos comunica gracias como hacen los sacramentos sino que nos disponen al amor a Dios y a la verdadera contrición del pecado si los recibimos con devoción.

Los laicos no pueden llevar hábito, pero los que desean asociarse a los religiosos en su búsqueda de la santidad pueden usar el escapulario. La Virgen dio a los Carmelitas el escapulario como un hábito que todos los devotos pueden llevar para significar su consagración a ella.

 

 

– SENTIR y SIGNIFICACIÓN de un SÍMBOLO –

El escapulario tiene además tres significados con sus respectivas similitudes:

1)  El amor y la protección maternal de María: El signo es la tela o manto pequeño de que está hecho. Vemos cómo María, cuando nace Jesús, lo envuelve en un manto. La Madre siempre trata de cobijar a sus hijos. Envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudez espiritual.

Vemos en las Sagradas Escrituras, además, que Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de pecar, significando en el manto un signo de perdón. También Jonatán le dio su manto a David, símbolo de amistad, y el profeta Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida. Por tanto el cubrir con un manto es, en este contexto, imagen de caridad, perdón y entrega.

2) Pertenencia a María: Los fieles que portan el Escapulario llevan una marca que los distingue como hijos escogidos de María. El escapulario se convierte en el símbolo de la consagración a María.

En 1950 el Papa Pío XII escribió acerca del escapulario: “que sea tu signo de consagración al Inmaculado Corazón de María, lo cual estamos particularmente necesitando en estos tiempos tan peligrosos”. En las palabras del Papa vemos que la  devoción a la Virgen del Carmen es además devoción a la Inmaculada.

Quien lleve el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras. Lucía (vidente de Fátima, Hermana María del Inmaculado Corazón) transmitió que en la última aparición (Octubre, 1917, día del milagro del sol), la Virgen vino vestida con el hábito carmelita y con el escapulario en la mano y recordó que sus  verdaderos hijos lo llevaran con reverencia. También pidió que los que se consagraran a ella lo usaran como signo de dicha consagración.

3) El suave yugo de Cristo: “Cargad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontraréis alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana”. (Mt 11, 29-30)

El escapulario simboliza también ese yugo que Jesús invita a cargar pero que María ayuda a llevar. Quién lleva el escapulario debe identificarse como católico sin temor a los rechazos y dificultades que ese yugo le comporte.

La Orden Carmelita y el escapulario

La Orden Carmelita, es, por tanto, la depositaria de tan magnífica entrega por parte de la Virgen, aunque para recibirlo no es estrictamente necesario pertenecer a la orden o tener un vínculo directo con ella.

La historia de una de las órdenes religiosas más antiguas de la cristiandad se remonta a la época de las primeras cruzadas. Al sur del actual Puerto de Haifa, en Palestina, se eleva el Monte Carmelo, desde donde se domina el mar Mediterráneo. Hacia mediados del siglo XII algunos peregrinos y soldados venidos de la incipiente Europa decidieron establecerse en el monte llamado Carmelo, cuyo significado es el de “Jardín o Huerta”  y de donde toma su nombre la orden, con la intención de establecer allí su lugar de retiro, oración y trabajo.

En los primeros años del siglo XIII, Alberto, patriarca latino de Jerusalén, escribió las primeras normas de vida para los ermitaños, dando inicio a su vida dentro de la Iglesia Católica. Hacia el año 1247 los carmelitas ya se habían esparcido por el Medio Oriente y Europa, siendo el año 1251 decisivo en el futuro de la orden cuando el entonces sexto general, el inglés Simón Stock, recibió el escapulario de manos de la Virgen María. Según la tradición piadosa, la Virgen María se le apareció a Simón en Cambridge, Inglaterra, el domingo, 16 de julio de 1251, como respuesta a sus súplicas de auxilio a su oprimida orden.

Siglos después, en 1452, el general Jean Soreth obtuvo la autorización para crear la rama femenina de la orden. Las monjas carmelitas pasaron de Francia a otros países europeos, haciendo de España un lugar clave de la fe carmelita.

Para el siglo XVI los carmelitas se habían alejado bastante de los principios y propósitos originales. Ante el estado que guardaba la orden, la hermana Teresa de Ávila, más conocida como Santa Teresa de Jesús, propuso devolverla a su origen y emprendió una reforma interna. Poco después Fray Juan de la Cruz se decidió a realizar lo mismo con la rama masculina. Estos hechos marcaron el nacimiento de la llamada a descalces de la orden carmelita. En 1593 los carmelitas descalzos o reformados se independizaron del todo de los carmelitas calzados o mitigados, los cuales no aceptaron la reforma y se instituyeron en otra orden, diferenciación que continua hasta nuestros días.

A pesar de todo, tanto en la orden calzada como en la descalza, la imposición del Escapulario continúa siendo una máxima que fomenta la devoción a la Virgen del Carmen, por lo que las diferencias prácticas que existen en la actualidad entre ambas no han conseguido mermar la consideración del escapulario como un elemento distintivo del amor por la Santa Virgen María.

 

– Una FE VIVA, una PRÁCTICA de SALVACIÓN –

El escapulario nos recuerda y presenta constantemente la figura de la Virgen como intercesora ante Cristo su Hijo, según la enseñanza del Concilio Vaticano II: “Los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen, siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad”

Quienes reciben la imposición de este Escapulario y lo visten habitualmente necesitan saber las razones que la Iglesia ha tenido para autorizarlo y recomendarlo, bendiciendo e indulgenciando a sus devotos, y quienes ignoran esta práctica antiquísima en la cristiandad es preciso que la conozcan, por ser un patrimonio común a todos nosotros.

Alude a este hecho el Papa Pío XII cuando dice: “No se trata de un asunto de poca importancia, sino de la consecución de la vida eterna en virtud de la promesa hecha, según la tradición, por la Santísima Virgen”.

El que recibe el Escapulario es admitido en la familia de la Madre de Dios y de la Orden Carmelitana. Por ello participa de los privilegios, gracias e indulgencias que los Sumos Pontífices han concedido a la Orden del Carmen. Se beneficia, además, de los méritos, de las penitencias y de las oraciones que se hacen en todo el Carmelo.

La Iglesia reconoce una serie de privilegios y promesas en aquellos que reciben el Escapulario: “Éste será privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él, no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará.” (Catálogo de Santos de la Orden). Sesenta y dos años después, en el 1314, Nuestra Señora se apareció al Papa Juan XXII, que recogió sus palabras en la Bula “Sacratissimo uti culmine”, también llamada Bula sabatina (3.III.1322): “Si entre los religiosos o cofrades de esta orden hubiese algunos que al morir tengan que purgar sus pecados en la cárcel del purgatorio, yo, que soy la Madre de la misericordia, descenderé al purgatorio el primer sábado después de su muerte, y lo libraré para conducirlo al Monte Santo de la Vida Eterna”. Quienes llevan el escapulario del Carmen se unen a la familia carmelita y pueden ganar indulgencia plenaria el día en que le imponen el escapulario y los días festivos de santos carmelitas.

Cabe destacar que el escapulario no salva por sí solo, como si de un amuleto o artilugio mágico se tratara. Mons. Kilian Lynch, antiguo general de la Orden Carmelita recordaba: “No lleguemos a la conclusión que el escapulario está dotado de alguna clase de poder sobrenatural que nos salvará a pesar de lo que hagamos o de cuanto pequemos… Una voluntad pecadora y perversa puede derrotar la ´omnipotencia suplicante´ de la madre de la misericordia.”

– BENDICIÓN e IMPOSICIÓN del ESCAPULARIO –

La Sagrada Penitenciaria Apostólica -de quien depende esta legislación- ha dicho que se recomienda el uso tradicional del escapulario en cuanto a tamaño, materia, color, etc. Cualquier sacerdote puede bendecir e imponer el escapulario del Carmen a los fieles en general. Para quedar inscrito en la cofradía organizada o Tercera Orden del Carmen, este sacerdote debe estar facultado por el superior General de los Carmelitas. Los simples fieles no pueden bendecirlos ni imponerlos.

Para la bendición y para la imposición del escapulario hay varias fórmulas. Unas aprobadas para las diferentes ramas del Carmelo, otras de carácter más general. Remarcamos la que aparece en el Bendicional de la Congregación para el Culto Divino el 7.V.1986, nn. 1394-1410 y posteriormente otra también empleada dentro de las órdenes carmelitas. Se trata, en el caso de la primera, de una fórmula amplia que sirve para varios tipos de escapulario:

1. Bendición del escapulario. El bendicional incluye cuatro bendiciones. Una más concreta (bendición e imposición del escapulario), y tres más generales (bendición de las cosas destinadas a la piedad y devoción, donde se cita expresamente el escapulario). La bendición más breve es: “En el nombre del Padre, y del Hijo + y del Espíritu Santo”. R./Amén. (Esta bendición sirve también para la medalla)

2. Imposición del escapulario.

(Los corchetes señalan un texto suprimido porque alude a la inscripción en una cofradía, que es un caso menos frecuente).

– “Recibe este hábito […] y compórtate de tal manera que con ayuda de la santísima Virgen, para gloria de la santísima Trinidad y para el bien de la Iglesia y de los hombres, te esfuerces cada día más en vestirte de Cristo y hacer que su vida se manifieste en la tuya”. R./ Amén. (Se lo coloca a cada uno).

“Por la imposición de este escapulario habéis sido admitidos en la familia del Carmelo, para que podáis servir con mayor dedicación a Cristo y a su Iglesia […]. Para que lo consigáis con más perfección, yo, con la potestad que se me ha concedido, os admito a la participación de todos los bienes espirituales de esta familia”. (Los rocía con agua bendita).

– “El Dios todopoderoso os bendiga con su misericordia y os llene de la sabiduría eterna”. R./ Amén.

– “Él aumente en vosotros la fe y os dé la perseverancia en el bien obrar”. R./ Amén.

– “Atraiga hacia sí vuestros pasos y os muestre el camino del amor y de la paz”. R./ Amén.

– “Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre vosotros”. R./ Amén.

 

La segunda fórmula utilizada en la Iglesia para la bendición e imposición del escapulario es:
V: Muéstranos Señor, tu misericordia.-

R: Y danos tu salvación.

V: Escucha, Señor, mi oración.

R: Y llegue a ti mi clamor.

V: El Señor esté con vosotros.

R: Y con tu espíritu.

 

 

OREMOS. “Señor nuestro Jesucristo, Salvador del género humano, bendice con tu diestra a este hábito que, por tu amor y el de tu Madre la Virgen María del Monte Carmelo, va a llevar con devoción tu siervo (o sierva), a fin de que por la intercesión de tu misma Madre y defendido(a) del maligno espíritu, persevere en tu gracia hasta la muerte: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos”. R: Así sea.
A continuación rocía el escapulario con agua bendita y después lo impone a la persona o personas (a cada una por separado). Diciendo a cada una: “Recibe este hábito bendito, suplicando a la Santísima Virgen que, por sus méritos, lo lleves sin mancha, le defienda contra todas las adversidades y te conduzca a la vida eterna”. R: Así sea.
Y añade: “Yo, usando de la potestad que se me ha concedido, te recibo a la participación de todos los bienes espirituales que, por la misericordia de Jesucristo, practican los religiosos Carmelitas. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.- R: Así sea.
“Que te bendiga el Creador del cielo y de la tierra, el Dios todopoderoso, que se ha dignado incorporarle a la Cofradía de la Santísima Virgen del monte Carmelo, a quien imploramos que en la hora de tu muerte abata la cabeza de la serpiente infernal y finalmente, consigas las palmas y la corona de la herencia sempiterna. Por Jesucristo nuestro Señor”.- R: Así sea. Y rocía al nuevo cofrade con agua bendita. Cuando son más de una de las personas que han de recibir el santo escapulario, se dice en plural. No se deja de exhortarles a que vistan dignamente el escapulario, tratando de imitar las virtudes de María.

 

En caso de necesidad, basta para bendecir el escapulario la señal de la cruz del sacerdote y las palabras. “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén”.

 

Para concluir, suele recitarse o cantarse, en cualquiera de los casos, el Flos Carmeli o Flor del Carmelo, según sea en latín o castellano, y que expresa, con absoluta sencillez, el espíritu del Carmelo, y a continuación se realiza una oración a la Virgen del Carmen:

Flos Carmeli, Vitis Florigera, Splendor coeli, Virgo puerpera.
Singularis y singular, Mater mitis, Sed viri nescia, Carmelitas.
Sto. Propicia, Stella maris.


Flor del Carmelo, viña florida, esplendor del Cielo, Virgen fecunda.
¡Oh madre tierna! intacta de hombre, a los carmelitas proteja tu nombre, Estrella del mar.

 

 

Oración a la Virgen del Carmen

“Tengo mil dificultades: ayúdame. De los enemigos del alma: sálvame. En mis desaciertos: ilumíname. En mis dudas y penas: confórtame. En mis enfermedades: fortaléceme. Cuando me desprecien: anímame. En las tentaciones: defiéndeme. En horas difíciles: consuélame. Con tu corazón maternal: ámame. Con tu inmenso poder: protégeme. Y en tus brazos al expirar: recíbeme. Virgen del Carmen, ruega por nosotros. Amén.”

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