Homilía del Arzobispo de Barcelona, el Cardenal Omella, por los 50 años del Camino en Barcelona

Saludo a mis hermanos Obispos, de San Feliu, que nos acompaña, donde hay también comunidades. El Obispo auxiliar Javier. No están con nosotros esta tarde, pero desearían poder acompañaros también, los otros dos obispos auxiliares, el Bisbe Toni y el Bisbe Sergi. Rezamos esta noche especialmente por el Bisbe Toni. Saludo también a los presbíteros que nos acompañan, que están aquí arriba, en el presbiterio. A los diáconos. Saludo a los Responsables de la comunidad y de las comunidades que tenéis. Saludo a los miembros del patronato, y a todos vosotros, hermanos y hermanas.

Seguro, me lo imagino yo, que alguno de los pequeños, que están entre nosotros, vuestros hijos, vuestros nietos… empezarían hoy esta homilía diciendo ‘porque esta noche, esta tarde, es diferente’ ¿os suena verdad?  Eso me pregunto yo también, porque esta noche es diferente porque hoy os juntáis aquí todas las comunidades para celebrar la misma Eucaristía, todos juntos, alrededor del mismo altar ¿por qué?  porque celebramos los cincuenta años del Camino aquí en Barcelona. Y todo empezó… todo empieza, con esas palabras de Jesús en el Evangelio al final  de Evangelio de Marcos, de Lucas y de Mateo: ‘Id al mundo entero,  y predicad el evangelio’, con vuestras palabras y con vuestras obras. ‘Id al mundo entero’.  Y a partir de ahí, de esas palabras de Jesús, de ese envío, empieza la gran acción misionera de la Iglesia que se va construyendo con esos eslabones, como una gran cadena. Eslabones formados por familias cristianas. Eslabones formados por congregaciones religiosas. Por sacerdotes. Eslabones formados por catequistas. Por grupos de oración. Por mártires… Es decir, formada esa cadena de evangelización en el mundo por personas que han sido tocadas por el Señor. Que se han encontrado con Él. Que les ha salido al encuentro y les ha hecho caer del caballo como a San Pablo y como a muchos de vosotros, que me lo habéis contado alguna vez cuando venís al Arzobispado, o cuando he ido a vuestras celebraciones de pasos… no aquí tanto en Barcelona, que para eso tengo a los Obispos auxiliares, pero en otras diócesis donde he estado. Y me gusta que les llaméis a ellos porque así van conociéndoos.

 

Dios, como decía la primera lectura, se ha enamorado de nosotros. Desde siempre nos quiere. Lo que pasa es que no siempre caemos en la cuenta de que él nos mira con amor, y nos dejamos mirar por otros falsos dioses. Y esas personas que se han encontrado como vosotros con el Señor no pueden ya guardar para si lo que han visto, oído y tocado del Verbo de la vida. Y necesitan comunicarlo. Y eso es lo que sucedió aquí, en Barcelona, hace 50 años. Se encontró con un grupo que empezó esa aventura de evangelización a través de lo que llamamos el Camino Neocatecumenal. Lo sabéis perfectamente, el 12 de diciembre de 1971, habéis celebrado los 50 años, cuatro nuevas comunidades, empezaron aquí tras la catequesis que inició Kiko y Carmen… allí en María Auxiliadora y en San Isidoro, en tiempos del Obispo Don Marcelo, pero que empezaron ya cuando el fue trasladado a Toledo. Y dice la historia que unos les acusaban a esas comunidades de ‘comunistas’ porque creaban comunidades un poco revolucionarias, y otros les llamaban ‘angelicales’, porque tenían o parecían con poco compromiso social. Y sin embargo vosotros tenéis las dos cosas… ‘comunistas’, en el buen sentido de la palabra: familia, iglesia, asamblea, pueblo de Dios. Y angelicales, también, porque estáis unidos al Señor pero con compromiso, con compromiso con los pobres, y eso hacéis y me lo demostráis tantas veces. Y esas comunidades primeras se apoyaron como todas las comunidades cristianas, no puede ser de otra manera, en la Palabra de Dios, en la Liturgia, y en la comunidad. Pero sabéis perfectamente que para evangelizar hace falta liturgia, Palabra. Hace falta formación, catequesis, que también la tenéis. Y hace falta caridad, compromiso social.

En Cataluña más de 100 comunidades y más de 3.000 personas hay… y más familias que como he dicho al principio han salido a misionar. Damos gracias esta tarde al Señor por ese gran regalo que ha sido para nuestras iglesias que peregrinan aquí en Cataluña, en Barcelona, en Sant Feliu y en la Iglesia entera. Y un camino que intenta reproducir… esa es la genialidad, pero que es copiada, la genialidad de Kiko y de Carmen, que intenta reproducir el método tan experimentado en la Iglesia, sobretodo en la primitiva Iglesia, que es el catecumenado, que consiste en un tiempo largo de preparación. No se si tan largo como el vuestro… Yo que he estado en África de misionero no era tan largo como el vuestro… se les bautizaba. Que vosotros sois más pecadores y necesitáis más, pero bueno. Pero es un tiempo largo de preparación del neófito para recibir el bautismo. También con esos pasos, preciosos. Y aún recuerdo yo, en mi primer viaje a África, en mi primera misión allá en Ruanda, después en el Congo, que el párroco les examinaba de rodillas allí a cada uno. Uno por uno. Y una señora mayor, pobrecita, no tenía ya memoria… y el párroco aquel belga, exigente: ‘pues no pasa usted, y para el año que viene otra vez’. Y la pobre mujer: ‘¡que me moriré antes de bautizarme, padre!’ que cosas, que bonito. Por una parte la exigencia, y por otra parte el deseo de vivir la vida cristiana. No es esto las rebajas del Corte Inglés.

 

Es un camino serio, de compromiso, donde se experimenta el amor del Señor dentro del corazón.  Y esto está copiado en el fondo, y lo sabéis perfectamente, ese catecumenado con los pasos que culmina con el Bautismo, donde se viste uno de traje nuevo, de resucitado. Sale de esa pila bautismal con esa vestidura blanca que le imponían los diáconos y que el Obispo lo recibía, ungiéndolo ya como hijo de Dios. Y le regalaban el Padrenuestro. Poder rezarlo ya con la comunidad. Impresionante. Ese catecumenado primitivo Kiko y Carmen lo recuperan. Pero que está perfectamente diseñado en el Evangelio de Marcos. Cómo Marcos va presentando a los catecúmenos a Jesucristo. No lo hace con películas, como ahora tenemos. No lo hace con los videos… no, no. Lo va haciendo con esa catequesis narrada, viendo a Jesús como sanador. El Evangelio de Marcos presenta a Jesús como el sanador. También como el que habla, pero sobretodo como el que va sanando. Va haciendo milagros. Y el neófito, el catecúmeno, va quedando entusiasmado ¡que maravilla! ¡merece la pena seguirlo! me entusiasma este hombre milagroso, sanador, que dice ‘Palabras de Vida’. Que actúa en bien de los pobres, de los pequeños y de los pecadores. Esa es la primera parte. El neófito ya está calentado, está entusiasmado, pero sabe Marcos, perfectamente, que tendrá que luchar con el demonio, que intentará separarlo. Y ese es uno de vuestros pasos tan marcados, la renuncia a Satanás. Porque él está al acecho. Y como sabe que va a venir ese momento, Marcos, que en el Evangelio, en esa catequesis, empieza ese momento: ‘atención, renuncia a Satanás, tendréis que estar atentos…’ Empieza en el momento del Tabor: ‘Que bien se está aquí, maravilloso, contigo hasta el fin del mundo. Hacemos tres chozas’. Y le dice: ‘Si, pero yo tengo que ir a Jerusalén y morir’. ‘No puede ser eso’ dice Pedro. ‘Lejos de ti, esa tentación. No tienes que morir. El demonio no puede seguirnos…’ Aquí es donde empieza la tentación. Y entonces empieza la tentación dentro de los apóstoles, el momento de dudas ‘¿No me habré equivocado? ¿será de verdad este el Mesías?’ ¿Y que hace el catequista Marcos? En ese momento de transición pone en mitad del Evangelio, son 16 capítulos, en el octavo, en medio, en el octavo-noveno, pone el episodio del ciego de Jericó. Aquel ciego que le dice: ‘¡Señor, que vea. Cúrame. Que vea!’. Tienes que ver que en medio de la cruz y de la dificultad también está el Señor. Y te pide un plus de entrega. Nos pide a todos un plus de entrega el Señor en esos momentos. Porque él es el Mesías, aunque lo oscurezca la cruz, la ignominia, y la humillación. Y ahí es donde se ve el verdadero cristiano. Y ahí se ven los mártires. Los testigos, que han encontrado al Señor.

Que impresionante es la marcha del Camino. El itinerario de la Iglesia y de los cristianos, que a lo largo de la historia, han ido dando ese testimonio. La cruz hace dudar. Y tienta para dejar o abandonar al Señor. Y el ciego nos dice: ‘Pídele. Pídele al Señor luz. Pídele ver. Pídele que te abra los ojos de tu corazón’. Y el Señor le concede ver. Le concede ver… Si aceptamos caminar con Cristo pobre y humillado podremos ver en la cruz al Resucitado, al hijo de Dios, y decir como el centurión (hacía aquí acaba el Evangelio de Marcos, antes de la Resurrección de Jesús). Poder decir, el catecúmeno… pueda llegar a decir como el centurión, un pagano, viéndole morir a Jesús: ‘verdaderamente tú eres Hijo de Dios. Aquí he visto que tú eres Dios’. En la cruz, en la entrega, en el perdón, en la caridad. En el don de tu vida por los demás. Hermanos ¿no hacéis esto vosotros? ¿no estáis llamados a esto? ¿no os sentís vosotros, o todos los sentimos, que el Señor nos llama a esto? A vivir el perdón, que eso el mundo no lo entiende, el mundo de hoy. A vivir la caridad como nos decía la segunda lectura de hoy. Ya puedo saber yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles… si no tengo amor de nada vale. Ya puedo tener las riquezas del mundo, si no tengo amor de nada me sirve. Ya puedo… el amor. El amor no pasa nunca. El amor es comprensivo, es servicial. Qué maravilla. Pidámosle al Señor que nos abra los ojos y nos haga descubrir esto. Ser testigos de ese amor, como Jesús, aún desde la cruz, aún desde la persecución, aún desde la calumnia. Amar, amar como Jesús en la cruz. Y entonces los paganos: ‘Mirad cómo se aman. Mirad como perdonan’. Y muchos se unían a ese camino, dicen los Hechos de los Apóstoles. Que maravilla. 

El Neocatecumenado, en estos 50 años, aquí en Barcelona, como en tantas partes del mundo, ha dado muchos cristianos sólidos, valientes, testigos de la fe. Dentro de la debilidad. Por eso esta tarde es diferente. Habéis dejado vuestras pequeñas comunidades, habéis venido aquí todos juntos en la Basílica de la Sagrada Familia, todos unidos. Y por eso es diferente esta noche ¡para dar gracias! Para dar gracias a Dios por la herencia que nos han dejado tantos testigos anteriores a vosotros aquí. Y alguno hay de esos primeros momentos ¿verdad?… si algunos aguantan mucho, tienen el calendario muy largo… ¡les felicitamos! pero otros os habéis unido. Enhorabuena a todos. Y le pedimos a la Virgen, Santa María, que ella nos ayude a decir Si siempre. Ella es la mujer de la escucha y del silencio. Es la mujer del Si. Si ¿Qué me pides Señor? Si. Jesús, en su pueblo Nazaret, estuvieron a punto de tirarlo por el barranco. Jesús se deja conducir por la voluntad del Padre. Pero como le ven firme, le ven testigo del Si de Dios, se asustan, y pasa en medio de ellos y no le hacen nada. Esa valentía. Valentía de la fe. Pero fortalecida por el contacto con el Padre y nosotros con el Señor.

Pues que sigáis evangelizando hermanos. Siempre, siempre en comunión con los pastores de las diócesis, y con fe, con confianza y unión con la comunidad diocesana. No sois comunidad a parte. Sois Iglesia diocesana. Guiados por los pastores. Seguid así, porque solo se evangeliza desde la comunión. Y no olvidéis, que quienes quieran seguir la llamada del Señor, la llamada para crear una familia cristiana, a seguir la vida consagrada o sacerdotal… no olvidéis que el primer lugar de misión sigue siendo Barcelona. Y no me lo invento. Porque Kiko alguna vez me lo ha dicho: ‘Es que Barcelona nos dimos cuenta que necesitaba ser evangelizada’. Muy bien, fantástico, todas partes… pero ahora dicen que es un lugar donde la secularización ha crecido. No nos asusta. Pues estupendo. Los misioneros iban a misiones donde no había ningún cristiano, y así empezó todo. Y todo empezó saliendo los matrimonios de Jerusalén a Antioquía y allí empezaron las primeras comunidades gracias a los laicos cristianos misioneros, en el sentido profundo de la palabra. Y cuando tenían constituida la comunidad venían los Apóstoles a celebrar la Eucaristía con ellos y a ordenar sacerdotes. Así empezó. Pues que vosotros no olvidéis que la primera misión a evangelizar ciertamente es nuestra diócesis. Es la diócesis de Sant Feliu también… es más santa la de Sant Feliu que la de Barcelona, pero es igual, hay que trabajar en los dos sitios. Así que gracias por vuestro compromiso misionero, que el Señor os bendiga y os guarde siempre ¡felicidades!

 

Cardenal + Mons. Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona 

Basílica de la Sagrada Familia, 29 de enero de 2022

 

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