El próximo domingo 6 de Octubre a las 12h. celebraremos solemnemente en el Templo parroquial la ‘Misa de Témporas’ para dar inicio al nuevo curso pastoral que comenzamos de cara al 2014 y bendecir y dar gracias al Señor por este año que va a terminar de 2013, por tantos frutos que estamos viendo en el seno de nuestra comunidad parroquial en estos tiempos difíciles.
Estamos todos invitados, feligreses, grupos, pastorales, comunidades, terciarios etc. a participar de esta fiesta que será presidida por nuestro párroco con la celebración de la Santa Misa, en la que rezaremos por la orden carmelita, por los más necesitados de nuestra sociedad, por los que están en misión, por las intenciones del Santo Padre y por la paz en el mundo, especialmente en Siria y Pakistán.
¿Que es la Santa Misa de Témporas?
Celebramos hoy el primero de los días de Témporas de Septiembre, llamadas también Témporas de San Mateo o de otoño, y que cada año tienen lugar el miércoles, viernes y sábado que siguen al 17 de septiembre.
Las Témporas del año eclesiástico son cuatro. Témporas de primavera, de verano, de otoño y de invierno. El fin principal que la Iglesia se propone en este tiempo de Témporas es rogar a Dios para que haya buenos y santos sacerdotes. Pide también la Iglesia la bendición de Dios sobre los frutos del campo, al tiempo que le da gracias por la recolección de las mieses.
Anteriormente a la reforma litúrgica del posconcilio la Iglesia solía ordenar a sus Ministros en los sábados de cada una de las Témporas.
Por medio de esta celebración podemos caer fácilmente en la cuenta de cómo la liturgia tradicional de la Iglesia incorpora a sus propios tiempos y celebraciones el ritmo de la vida diaria de los hombres y el ciclo de las estaciones. De esta forma, se evidencia la dimensión cósmica de la liturgia cristiana. Dimensión importantísima y fundamental que nos incorpora a cada uno de nosotros, no sólo a la alabanza que la creación entera tributa por sí misma al Creador, sino fundamentalmente nos incorpora al culto de adoración “en espíritu y en verdad” inaugurado y llevado a plenitud por Nuestro Señor Jesucristo. Un culto que se prolonga en el tiempo y en la historia a través de la mediación de su Iglesia y que está en perfecta unión y comunión con la liturgia celestial, allí donde el Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, no cesa de “interceder y ofrecerse por nosotros”.
La Divina Liturgia de la Iglesia ensancha los horizontes de nuestra mente y de nuestro corazón. Nos incorpora a la corriente de garcia y bendición, que es fruto del sacerdocio de Cristo. Nos une íntimamente a todos los miembros de la Iglesia militante extendida por toda las tierra, especialmente al su Cabeza visible el Papa, a los Obispos Sucesores de los Apóstoles, y a todos los hermanos y hermanas en la fe.
A través de la Divina Liturgia se fortalece nuestra comunión con la Iglesia purgante ofreciendo por nuestros hermanos sacrificios y oraciones de alabanza. Y también nos asociamos misteriosamente a la Iglesia triunfante que no cesa de alabar, bendecir y adorar a la Trinidad Beatísima.
Entrar en esta corriente de gracia y bendición actualiza para nosotros el milagro del perdón y de la misericordia de Dios, también el aumento de la gracia divina en nuestras almas.
En este día nos invita la Iglesia a que reconozcamos humildemente nuestra fragilidad y nuestra pequeñez delante de Dios, pero siempre con la mirada puesta en su misericordia infinita, porque el Señor “mira a los humildes” y “levanta del polvo al pobre”.
Por eso, hemos de sentirnos dichosos de tener a Dios por Señor nuestro y dichosos de formar parte de su pueblo elegido, la Iglesia Santa de Dios. Porque es en el seno de esta Iglesia, Madre nuestra y Cuerpo Místico de Cristo, donde cada uno de nosotros somos confortados por la gracia de Dios, y donde nuestra flaqueza es reparada por su bondad infinita.
Al ofrecer al Señor en este día el ayuno corporal, recordemos y reafirmemos en nuestro corazón la convicción de que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
San Agustín define la actitud del hombre pecador como un dar la espalda al Creador para volverse de manera desordenada hacia las criaturas. En este día queremos tomar distancia de las cosas creadas y privarnos de algunos de los dones de la creación para elevar más intensamente nuestro corazón hacia el Creador