Aquella noche sentí que el Señor me llamaba al Sacerdocio

Pedro Iniesta Sarasa, de la 14ª comunidad neocatecumenal de Santa Joaquina, fue enviado ayer al Seminario de Gabón en una celebración dela Palabra presidida por el párroco, P. Andreu, y en presencia de su familia, comunidad, comunidad de sus padres, catequistas y amigos.

El Párroco subrayó en la homilía la importancia de que no va solo, sino que es la Iglesia la que siempre envía, consuela y ayuda en la misión, pidiendo que desde ahora debemos rezar por él frente a tantas tentaciones, miedos y dudas que se presentarán. Asimismo se alegró del creciente número de vocaciones sacerdotales y misioneras que vive la parroquia, pues con Pedro ya son 9 los seminaristas de la parroquia que se están formando para el presbiterado en distintas partes del mundo, habiendo ya uno ordenado el año pasado en Castellón.

Con este envío se cierra así el período pre-vocacional que comenzó hace poco más de un año en ‘Cuatro Vientos’, durante el encuentro con el Papa en las JMJ de Madrid, cuando sintió la llamada al Presbiterado. Un año después, habiéndose decidido su destino en la convivencia internacional de seminaristas del Camino Neocatecumenal celebrada hace un mes, partirá a finales de octubre al Gabón (África), donde el Obispo ha pedido un Seminario misionero ‘Redemptoris Mater’.

A continuación publicamos la experiencia de Pedro referente a su llamada:

Mi nombre es Pedro Iniesta., y acabo de cumplir los 18 años. Tengo una familia preciosa con la que vivo en Barcelona, con mis padres, y cuatro hermanos. Mis padres están en la 6ª comunidad de Santa Joaquina de Vedruna, mi parroquia. Desde bien pequeño me han educado en la fe lo mejor que han podido y siempre he estado familiarizado con el ambiente de las comunidades en la parroquia. Esto a la larga hizo que acabara viendo las celebraciones en la parroquia como una rutina, por lo que empecé a perder el interés por la iglesia interiormente. Cuando tenía 14 años empecé a caminar en mi propia comunidad, con mucha gente de mi edad, por lo que me sentía bien y continué. Iba cada martes ala Palabra, que celebrábamos en la parroquia y luego los sábados a la Eucaristía.

Mi vida, podía decirse que era íntegramente una rutina. Yo no creía que el Señor actuaba en mi vida,  para mí Dios era, con perdón, ‘un barbudo sentado en las nubes’. Yo vivía engañado, ciego, solo para mí. No reconocía mi esclavitud de los afectos, de ser alguien entre los amigos, necesitaba la vida, pero no había un dios que me la pudiera dar, así que la buscaba yo mismo. Aquello me llevó a un sufrimiento profundo. Y así llegué yo ala JMJ de Madrid, dispuesto a pasar unos buenos días con los amigos de la comunidad y a ver si me echaba novia.

Lo que pasó en esos 8 días fue una verdadera bofetada para la vida que llevaba. Anunciando el Evangelio por las calles vi como el Señor me había dado la gracia de nacer en una familia cristiana, de tenerme en una comunidad y de no dejarme en la muerte. Pensar que el Señor, a pesar de lo soberbio y egoísta que soy, me ha querido, me dio una alegría inmensa; fue un verdadero tesoro para mí. Pude ver lo esclavo que era yo del pecado, de los afectos  y como el demonio me engañaba.

Después vino la experiencia de ‘Cuatro Vientos’. Miles y miles de personas allí reunidas, a pesar del calor, y otras incomodidades. Allí, aquella noche sentí que el Señor me llamaba al Sacerdocio. Aquella noche casi no pude dormir pensando en la llamada que estaba sintiendo y lo que ello conllevaría. Me entró miedo y empecé a ponerme nervioso a medida que pasaban las horas. Al final llegó el encuentro Vocacional, y yo era un manojo de nervios. Había una lucha interna entre seguir la llamada o ignorarla. Cuando Kiko Argüello proclamó el Kerigma, yo ya no pude negarme. Se volvía a repetir con más fuerza lo que había comprendido en la evangelización: la historia del Señor conmigo era una historia de salvación, él me había sacado de la muerte y me había dado la vida.

Y así fue como yo me ‘levanté’ en Madrid el día 22 de Agosto de 2011. Desde entonces, he visto como lo de la vocación es una lucha continua, ya que el demonio viene y te tienta por todos los lados, en el dinero, la sexualidad, los afectos… Para madurar mi vocación he ido a unas convivencias que se hacen en Zaragoza para los que se sienten llamados a esta vocación dentro del Camino.

Enla Parroquia sigo yendo a las Eucaristías (en las que a veces tengo que hacer de acólito) y a las Palabras. Esto me ayuda mucho porque hay una palabra de vida que te llega y te da fuerzas para no alejarte del Señor. Además estoy haciendo de monitor en un ‘Esplai’ que tiene la parroquia para niños y jóvenes. En él hacemos que los niños se lo pasen bien y jueguen  y conozcan al Señor. Yo ahora estoy muy contento y doy gracias a Dios por haberme puesto en esta parroquia donde día a día le voy conociendo.

 

 

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