El Papa enviará más de 100 familias a la misión

1 de febrero: el Papa Francisco envía a160 familias del Camino en misión ad gentes

 «Dios no nos ha llamado para quedarnos en el sofá»

 160 familias del Camino Neocatecumenal van a ser enviadas en misión ad gentes a lugares del mundo en los que la presencia de la Iglesia es aún escasa -sobre todo, países asiáticos-, donde la mayor parte de la gente no ha oído nunca la palabra Jesucristo y muchos no han experimentado siquiera el amor incondicional de una familia. Son enviadas por el Papa Francisco para que den a conocer la alegría del Evangelio

Juan Pablo II, el Papa que realizó el primer envío de familias del Camino Neocatecumenal a la misión, decía en la ExhortaciónEcclesia in Asia que, «así como en el primer milenio la cruz fue plantada en Europa, y en el segundo milenio en América y África, en el tercer milenio se puede recoger una gran cosecha de fe en Asia». Este desafío misionero lo han recogido 160 familias del Camino Neocatecumenal, que serán enviadas por el Papa Francisco en misión ad gentes, en un encuentro que tendrá lugar en Roma este sábado, 1 de febrero.

Muchas de estas familias van a países asiáticos, en los que la situación de la Iglesia es muy difícil, pues los Gobiernos llevan un férreo control de sus actividades; por ello, los misioneros han de ir con visados de trabajo o de estudios, y se arriesgan a ser expulsados en cualquier momento. Un presbítero español, que va a acompañar a varias familias a uno de estos países, confiesa que «se trata de una misión muy arriesgada, con los niños, con dificultades con el idioma… Vamos en situaciones de clandestinidad, y prácticamente la única planificación pastoral previa es nuestra propia fe: fiarnos del Señor y ver qué caminos abre Él allí. Se parte con mucha pobreza, no sabemos el idioma, no hacemos un curso previo de formación, hay que encontrar trabajo, casa, medios de subsistencia…; y también hay que ver por dónde es posible la misión, ya que a veces no se puede anunciar públicamente el Evangelio».

En cualquier caso, así es como siempre se ha evangelizado en la Iglesia; no de otro modo se formaron las primeras comunidades cristianas: «Así lo hicieron los primeros cristianos, o los jesuitas que salían hacia América -señala este presbítero-. En realidad, vivir toda esta pobreza es lo que más te ayuda a entrar en la misión. Partir sin medios económicos ni de ningún tipo es lo que te pone en disposición de llevar lo más importante: Jesucristo, el tesoro que llevamos en vasos de barro. Al final, saltas a la arena y las cosas salen. Dios abre puertas, surgen contactos… Porque, si hay una llamada, Dios se encarga de confirmarla».

Además, cuentan con el apoyo del Santo Padre: es la Iglesia misma la que los manda a la misión: «Es muy importante para nosotros que el Papa nos envíe, estar apoyados por una palabra de Pedro, por la voluntad del Papa. Ninguna familia parte si no es enviada por el Papa. Todas lo están», afirma.

Una fe que se contagia

Generalmente, cada misión ad gentes del Camino Neocatecumenal la conforman cuatro o cinco familias -suelen tener, en total, de 25 a 35 hijos-, apoyadas por un presbítero, un chico soltero que le acompaña, y varias chicas que ayudan a las familias. En total, cerca de 50 personas, que constituyen un primer germen comunitario que atrae a muchos por su manera de vivir. «Se trata de hacer presente la Iglesia con los signos del amor y de la unidad entre nosotros -afirma este presbítero-. Formamos una comunidad cristiana, que a lo mejor no tiene templo visible, y no tiene otro signo exterior que el amor y la unidad. Al ver este tipo de relación entre nosotros, entre los padres con sus hijos, entre los matrimonios, la gente se va acercando. Esta manera de relacionarnos le sorprende mucho a la gente. Ese estar juntos y ayudarnos les cautiva. Muchos se acercan a estas familias por el ambiente que se vive en su casa. Vamos haciendo la pastoral de la ovejita perdida, uno por uno. Vas invitando a un vecino, a la profesora de idioma, a un compañero del colegio… Se preguntan: Éstos, ¿quiénes son y por qué están aquí? Acaban cautivados por nuestra manera de vivir y por el modo de tratarnos y de querernos. Pero, al final, el objetivo es anunciar el Evangelio a personas que nunca han oído hablar de Cristo. Nuestra misión es ofrecer el primer anuncio a quienes nunca lo han conocido».

¡Pero si aquí lo tenéis todo!

Una de las familias que va a enviar el Papa es la formada por José Antonio y Vanessa, y sus ocho hijos, de 1 a 13 años. Ellos no van a Asia, sino a Estrasburgo: una de las capitales de la Unión Europea, sede del Tribunal de Derechos Humanos y principal centro bancario de Francia… Pero también allí hay muchos que no conocen a Jesucristo. «Vamos a un sitio de mucho laicismo, a evangelizar a gente que no tiene ganas de Iglesia, que ven un templo y ni siquiera se plantea entrar. Nuestra misión es, simplemente, vivir y estar allí, y acompañar a la gente. Vamos con nuestra vida y nuestra manera de vivir, y de vivir la fe». Su misión es sacar la Iglesia fuera del templo, y hacer llegar a Dios a la gente que ni se plantea la vida sacramental.

«Nuestros amigos y nuestra familia nos dicen: Si aquí lo tienes todo, hijos, casa, dinero, seguridad…, ¿por qué os vais ahora? Pero nuestra seguridad está en Dios, Él nos ha dado todo y no nos va a faltar nada. Nosotros, desde que nos casamos, hemos sentido la llamada de Dios para dar a los demás lo que Él nos ha dado. Dejar aquí la casa, el colegio, los amigos, la familia es duro…, pero sabemos que Dios nos precederá. Sin Él, todo esto sería imposible», confiesan.

Si Dios está con nosotros…

Es esta misma experiencia la que ya tiene otra familia de Valencia: Santiago y Vanessa, con tres hijos, de 1 a 5 años, otro más en el cielo, y uno más de camino. Ellos llevan ya un año y medio en la misión ad gentes de Viena, otra de las capitales de Europa que esconde, tras sus bellas fachadas y su pujante economía, un panorama humano a veces desolador: «Aquí no hay nada de crisis, la gente tiene buenos puestos de trabajo, coches, comodidades, y todo funciona con una precisión exacta…, pero la gente mayor está sola: en nuestra finca, casi todos los pisos están habitados por mayores a los que nadie visita, con incluso síndrome de diógenes; o mujeres que han abortado varias veces, o tienen uno o dos hijos que están muy ocupados para visitarlos… Hay jóvenes que se suicidan en las vías del Metro, familias destruidas, muchísimos divorcios, hijos o no nacidos o rotos de dolor porque tienen de todo, pero no tienen nada… Muchísima gente aquí no conoce a Dios. Muchos no han experimentado esta forma de amar sin límites, hasta la cruz, y sólo viven para ellos mismos…»

Por eso, llevan a cabo una nueva forma de evangelizar fuera de las iglesias: «Tenemos un local, en la calle, con ventanales grandes desde los que nos ven celebrar la Eucaristía cada sábado; la liturgia de la Palabra, los martes; y los miércoles abrimos para atender a la gente que quiere venir a conocernos, a hablar… Los sábados vamos a una plaza a rezar Laudes por la mañana: cantamos salmos mientras vamos hablando con la gente que pasa por la calle y damos a conocer a Cristo con nuestras experiencias y las de otros hermanos».

Todo el espíritu que lleva a tantas familias a la misión surge del agradecimiento, de una experiencia fuerte del amor de Dios, que les lleva a darlo a conocer a otros. Como afirman Santiago y Vanessa, «al ver las maravillas que el Señor está haciendo en nuestras vidas y lo agradecidos que estamos, nos ofrecimos para la evangelización, en cualquier parte del mundo -afirman Santiago y Vanessa-. Es difícil de explicar, pero tenemos una sensación de libertad increíble, en la que puedes ciertamente poner a Dios por delante de todo, ¡de todo! Es un salto, aparentemente sin red, para los que no conocen a Dios, pero no para los que sabemos que está a nuestro lado».

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

 http://www.alfayomega.es/Revista/2014/866/12_mundo8.php

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