Fiesta de la Exaltación de la Cruz

En los libros litúrgicos romanos son dos las fiestas en honor de la Santa Cruz: el día 3 de mayo la Invención de la Santa Cruz (hallazgo) y el 14 de septiembre la Exaltación la Santa Cruz. Pero el título de la primera conmemoración es totalmente erróneo porque tal hallazgo aconteció el 14 de septiembre, aunque con la incertidumbre del año y las circunstancias concretas del hallazgo.

El relato del Breviario Romano que se centra en Santa Elena pertenece a escritores tardíos, los cuales lo reportan con muchas variantes. No tenemos pues noticias históricas precisas. Al parecer Santa Elena, madre de Constantino el Grande, durante su peregrinación a Tierra Santa del año 326 hizo derruir un templo dedicado a Venus construido sobre el Calvario, y erigir a su vez una suntuosa basílica. En aquella circunstancia y tras investigaciones y excavaciones, habrían sido desenterradas tres cruces, una de las cuales mostró ser la Cruz del Señor porque al ser impuesta sobre una enferma la hubiera curado. Eusebio aunque habla de la peregrinación de Elena, nada dice sobre el hallazgo. San Macario en el 351 hace una mención de tal hallazgo en tiempos de Constantino pero sin referencia alguna a Santa Elena, igual que hace la peregrina Egeria en su Itinerarium. En siglos posteriores son muchas las leyendas que se han difundiendo en torno al legendario hecho del hallazgo.

Lo que más nos importa aquí es que la fiesta del 14 de septiembre en sus orígenes fue propia únicamente de Jerusalén, donde asumió una importancia extraordinaria. La piadosa Egeria (c. 394) nos ha dejado una interesante descripción, de la que resulta que era equiparada a Pascua y a la Epifanía, y convocaba a una inmensa multitud de fieles y obispos. He aquí su relato:

“La dedicación de las iglesias del Martyrium y del Anástasis se celebra con sumo honor porque en este mismo día fue hallada la Cruz del Señor…Cuando llega la fecha de la conmemoración, esta se prolonga durante ocho días, y ya muchos días antes empiezan a acudir multitud de monjes de diversas provincias, eso es, de Mesopotamia, Siria, Egipto y la Tebaida, donde viven muchos monjes: no hay ninguno que no acuda a Jerusalén para gozar de tanta alegría y de espléndidas jornadas; también los seglares, tanto hombres como mujeres, acuden desde todas las provincias a Jerusalén. Y cuando los obispos son pocos, son más de cuarenta o cincuenta, y con ellos acuden sus clérigos. Qué más podemos decir sino que los que no participan a tanta fiesta creen cometer pecado grave caso de no estar impedidos por verdadera necesidad. En tales días la decoración de las iglesias es el mismo que en Pascua o en la Epifanía, y así durante todos y cada uno de los días de la octava: en todos los Santos Lugares se festeja como si de Pascua o la Epifanía se tratara”

El Chronicon Paschale, redactado a principios del siglo VII, añade un particular importante: que en dicha celebración se mostraba al pueblo el Santo Madero de la Cruz. Tenemos pues que creer que la fiesta en primer lugar tenía como objeto el aniversario de la dedicación de las dos basílicas, mientras que la ostensión de la Cruz debía ser secundaria. Pero pronto esta se convirtió en la principal atracción de la solemnidad, hasta que poco a poco, creciendo en importancia, hizo que la Dedicación cayera en el olvido, hasta transformarse en una gloriosa Exaltación del Santo Madero de la Redención. Alejandro de Chipre (s. VI) en su homilía para la fiesta la designa ya con este título: Exaltatio praeclarae Crucis.

Creu de Matagalls (Collformic) y Creu de Montigalà (Badalona)

Es tradición en Cataluña subir hasta las cumbres más altas de las montañas y colocar el signo de nuestra Redención organizándose romerías “aplecs” con esta finalidad.

Desde Jerusalén esta fiesta pasó a muchas iglesias orientales, especialmente aquellas que tenían la suerte de obtener reliquias de la Cruz: Constantinpla, Apamea y Alejandría. En Roma debió introducirse hacia mitad del siglo VII con la consolidación de la dominación bizantina. El Liber Pontificalis da a entender que ya existía en tiempos del papa Sergio (687-701) el cual añadió una ostensión y adoración de la Cruz, es decir de la insigne Veracruz llevada a Roma por Constantino y conservada en la capilla del Sancta Sanctorum Lateranense.

Una ceremonia semejante fue conservada por el Papa y su Corte hasta el siglo XIII. El Ordo atribuido a Cencio Savelli (Cencio Camerario) titular de la Cámara Apostólica de los papas Clemente III y Celestino III y más tarde elegido papa con el nombre de Honorio III (1216-1227), prescribe que en la mañana del 14 de septiembre, el Papa y los Cardenales acudan al Oratorio de San Lorenzo y extraigan el Lignum Crucis. Una vez entonado el Tedeum, procesionalmente se dirijan al Oratorio de San Silvestre, donde debe estar ya la Schola, y proceder a la Adoración de la Cruz, de la misma manera como se realiza en Viernes Santo. Cuando todos han venerado la insigne reliquia, el cortejo procede hacia la Basílica Lateranense, donde después de cantada la hora tercia, el papa celebra la Santa Misa.

Mientras Roma pues calcaba de la fiesta de Jerusalén en el siglo VII, las iglesias de la Galia adoptaban una fiesta análoga, intitulada De Inventione Sanctae Crucis, pero prescribiéndola para el día 3 de mayo, a partir de la fecha que en que la leyenda de Judas Ciriaco sitúa el hallazgo de la Cruz. El formulario de la misa compuesto entonces, según el modelo galicano, pasó rápidamente a la redacción galicana del Sacramentarium Gelasianum; más tarde ya en época carolingia pasó a los libros romanos, los cuales sin embargo admitieron las dos fiestas: la galicana con el nombre de Inventione Sanctae Crucis para el 3 de mayo y la oriental del 14 de septiembre con su título de In exaltatione Sanctae Crucis, que ha dado lugar al equívoco antes citado.

Cruz de mayo en Córdoba

Cuando en el año 635 Heraclio Augusto recuperó el Lignum Crucis en poder de los persas después de haberlos vencido, los particulares de la hazaña pasaron como relato a las lecturas del Breviario Romano, despertando en todo el mundo, especialmente entre la Iglesia Latina, una singular devoción a la Santa Cruz. Es probable que eso influyera en la voluntad de reordenación de su fiesta romana, y que en 1741 la comisión elegida por Benedicto XIV para ese fin, fuera partidaria de la abolición de la fiesta del 3 de mayo. Pero finalmente no hizo nada. Esta llegó con la reforma postconciliar de 1969 que en el misal de Pablo VI la suprimió como fiesta universal, dejándola pro aliquibus locis (para algunos lugares). En España la fiesta del 3 de mayo es aún conocida como “la Cruz de mayo” con un especial arraigo en Andalucía donde se elaboran altares populares con cruces confeccionadas con flores y arbustos.

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