La Vigilia Pascual en las comunidades neocatecumenales: Un paradigma celebrativo

Anuncio del Kerigma como distintivo de una pastoral misionera y evangelizadora; Catecumenado como camino de Iniciación Cristiana; Bautismo y renovación de las promesas bautismales como término del itinerario de Iniciación Cristiana con Adultos y de los procesos catecumenales; experiencia eclesial en pequeñas comunidades como dimensión constitutiva para poder vivir la fe; Vigilia Pascual como fuente y culmen, corazón de la existencia cristiana y axis de todo el Camino Neocatecumenal; Año Litúrgico como itinerario espiritual de formación permanente; Eucaristía celebrada en pequeña comunidad eclesial para construir la Iglesia como Cuerpo de Cristo (PO, nº 6), son realidades que en las Comunidades Neocatecumenales aparecieron ya germinalmente en el origen de su nacimiento en las barracas de Palomeras Altas del Madrid de los años sesenta. En efecto, fue en Palomeras donde la incipiente comunidad que allí había surgido celebrará por vez primera la Vigilia Pascual. Así lo explicaba Kiko Argüello, en 1992, a los obispos latinoamericanos al rememorar estos años de búsqueda y ensayo de una Liturgia viva enraizada en el Misterio Pascual: “Ya en las barracas, hicimos la Vigilia Pascual porque en la parroquia hacían una Misa cortita y le dijimos al párroco si podíamos estar toda la noche. Me acuerdo que en las barracas salíamos al amanecer cantando Resucitó después de haber bautizado a tres o cuatro churumbeles; todos llenos de alegría, cantábamos el Resucitó al alba, salíamos por aquellos barrios de Palomeras”. Hoy, después de más de cincuenta años, con la experiencia vivida en las celebraciones solemnes de la Vigilia Pascual, en el Estatuto del Camino Neocatecumenal se reconoce que el “eje y fuente de la vida cristiana es el Misterio Pascual, vivido y celebrado de modo eminente en el Santo Triduo, cuyo fulgor irradia de luz todo el Año Litúrgico. Constituye por tanto el axis del Neocatecumenado, en cuanto redescubrimiento de la Iniciación Cristiana” (cf. Estatuto del Camino Neocatemenal, Art. 12&1).

 A esta radicación de la espiritualidad bautismal y neocatecumenal en la celebración del Misterio Pascual se conduce gradualmente a los neocatecúmenos tal y como se reconoce en el Estatuto: “Durante el itinerario, los neocatecúmenos son iniciados gradualmente a una más perfecta participación en todo lo que la Santa Noche significa, celebra y realiza” (SCN, Art 12&2). Es esta una de las aportaciones de más profundo calado litúrgico-pastoral que el Neocatecumenado ofrece a las parroquias pues “contribuye a formar poco a poco una asamblea parroquial que prepara y celebra la Vigilia Pascual en la Noche Santa, con toda la riqueza que los elementos y signos litúrgicos y sacramentales queridos por la Iglesia” (SCN, Art. 12&3). En orden a la formación y mejor comprensión de la centralidad para la existencia cristiana de la celebración del Misterio Pascual, cada año, al iniciarse la Cuaresma y aproximarse la Pascua los iniciadores del CN, Kiko Argüello y Carmen Hernández, ya desde finales de los años 60, han ayudado a sus comunidades a vivir la Noche Santa con los llamados Anuncios de Pascua, a los que se hace referencia en la redacción estatutaria al decir que “la Iglesia inicia progresivamente a los neocatecúmenos a las riquezas espirituales y catequéticas del año litúrgico, en el que celebra todo el misterio de Cristo. A tal fin, antes de Adviento, de Cuaresma y de Pascua, los catequistas hacen un anuncio preparatorio” (SCN, Art. 14&3). En ellos, se expresa de modo muy elocuente cómo toda la Iniciación Cristiana comporta un carácter eminentemente pascual, en cuanto es la primera participación sacramental en la Muerte y Resurrección de Cristo a través de la recepción de los sacramentos de la Iniciación Cristiana o de la renovación de las promesas bautismales. Cada año la Iglesia, como catecúmena, bautismal, eucarística y fiel, se renueva espiritualmente por su inmersión en el Misterio Pascual tal y como se pide en la Carta circular de la Congregación de 1988: “La Cuaresma conviene que obtenga su carácter pleno de tiempo de purificación y de iluminación y que la misma Vigilia Pascual ha de ser el momento adecuado para celebrar los Sacramentos de la Iniciación” (nº 7).

 Entre otras muchas aportaciones de tipo litúrgico y pastoral que las Comunidades Neocatecumenales vienen ofreciendo a la Iglesia Católica en el período posconciliar, una de las más significativas ha sido y está siendo su contribución en recuperar, descubrir y hacer vivir en todo su esplendor la Vigilia Pascual en las parroquias. Así lo reconoce el Decreto de aprobación con el que se promulgaba el 13 de Junio de 2008 el Estatuto del Camino Neocatecumenal, hecho público por el cardenal Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, tras cinco años ad experimentum”. En el Decreto se afirma que “transcurrido el quinquenio de aprobación ad experimentum del Estatuto del Camino Neocatecumenal, teniendo en cuenta la preciosa contribución -corroborada por numerosos obispos- que el Camino continúa aportando a la obra de la Nueva Evangelización, mediante una praxis acogida y valorada en sus cuarenta años de vida en muchas Iglesias particulares, decreta la aprobación definitiva del Estatuto del Camino Neocatecumenal. Ello en la confianza que estas normas estatutarias constituyen líneas guía firmes y seguras para la vida del Camino y que las mismas serán de ayuda a los Pastores para su paternal y vigilante acompañamiento de las comunidades neocatecumenales en las iglesias particulares” (pp. 17-18). En el Art. 12 del Estatuto del Camino Neocatecumenal encontramos lo que se dice en relación con la Vigilia Pascual. 

 En efecto, las Comunidades Neocatecumenales ofrecen hoy a las parroquias, una hermosa forma de vivir la Vigilia Pascual, como reconoce el Estatuto. Así ha sido manifestado por prestigiosos liturgistas (R. Cantalamessa y Jesús Castellano). Han hecho la experiencia gozosa de experimentarlo en primera persona numerosos sacerdotes. Es el caso de Jesús Higueras Fernández (fue párroco de la Iglesia de La Paloma de Madrid durante muchos años) y Andrés Fuentes (fue párroco de la Iglesia de San Martín de Salamanca). De ambos, son los siguientes testimonios:

 

“Hay un gran momento cumbre en la vida parroquial: la Vigilia Pascual. Es realmente impresionante ver cómo se está descubriendo y recuperando, a través de los signos de esta Liturgia -madre de todas las liturgias- el sentido de la Pascua. El signo de la Noche, de la espera y ayuno sacramental, de esclavitud y liberación, de morir y resucitar, recobra su especial y fuerte vigor en esta Celebración. Dura toda la noche, pero nadie se aburre. En ella tenemos los bautizos por inmersión en la piscina bautismal construida al efecto. Cómo se siente el signo de dejar la muerte entre las aguas y el salir resucitado de entre ellas con la nueva Vida recibida, cuando el ministro saca del agua y presenta a la asamblea al nuevo hijo de Dios. Lo hacemos únicamente en la Vigilia Pascual con los hijos cuyos padres se han venido preparando para ello en el seno de una comunidad que lo vive”.

 

El sacerdote salmantino, Andrés Fuentes, nos habla de la especial significación de la Vigilia Pascual como consumación del proceso de Iniciación Cristiana:

“No es menos sorpresivo el encuentro con el Misterio Pascual en los bautizados que han seguido el Camino. Habiendo compartido y celebrado muchas vigilias, ésta, con la que se consuma el catecumenado, tiene unos acentos de realismo y comunión totalmente nuevos. El neófito ve celebrada sacramentalmente la palabra que permanentemente se le ha proclamado y la esperanza que le ha llevado a perseverar en el Camino. Sólo después de la iluminación recibida a través del Camino pueden entrar en la contemplación y gozo del Misterio Pascual. En esa noche se realiza. Y aún el neófito descubre más. La Iglesia se realiza como esposa inmaculada del Señor en la Liturgia, manifestándose plenamente la alianza matrimonial y el amor nupcial entre Cristo y la Iglesia en las celebraciones litúrgicas. Es anticipo de la Liturgia celeste que celebra las bodas del Cordero. El neófito está llamado a vivir esta alianza y estas nupcias. En esta Vigilia Pascual participa revestido con la túnica blanca, como traje de bodas, signo de un amor purificado del que ha encontrado al Esposo y no lo soltará jamás. Después de la Vigilia, como continuación de la misma, se celebra un banquete, verdadero banquete de bodas, que invita a la exultación y a la alegría”.

 En uno de los primeros discernimientos teológicos sobre las Comunidades Neocatecumenales, en 1988, Mons. Ricardo Blázquez afirmaba:

 “La Vigilia Pascual está en el corazón del Camino Neocatecumenal; por ello se comprende el sacrificio que significa cuando una comunidad no puede celebrarla con todo el desarrollo de sus signos; es como si fueran privados del foco que ilumina todo el itinerario. El Camino Neocatecumenal no pide para los miembros de las comunidades una celebración aislada; sólo insiste en que la celebración transcurra con toda la riqueza de lecturas y de signos previstos en el ritual de la Iglesia; salvándose esto es secundario si la celebración es en la parroquia o en la comunidad. La Vigilia es celebrada con toda solemnidad; en ella se catequiza a los niños sobre el significado de la grandeza de esa Noche, y sobre los signos más salientes. En esta Vigilia se bautiza también, si hay niños de algún matrimonio de las comunidades de la parroquia. El ritmo de la comunidad va de Pascua en Pascua. Pues bien, en esa Noche Santa renuevan el Bautismo los elegidos. Reciben la dignidad incomparable de cristianos, o mejor, descubren vitalmente la dignidad escondida. La celebración completa de la Vigilia Pascual no es un lujo; es la traducción ritual del puesto eminente que ocupa la Resurrección de Jesús en el cristianismo, y recuperado con vigor en el Neocatecumenado”.

 Y Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio, arzobispo emérito de Santiago de los Caballeros, pidió la autorización al presidente de la Conferencia Episcopal de la República Dominicana para divulgar las declaraciones del Papa sobre el Camino Neocatecumenal que él dirigió a los obispos dominicanos durante la visita ad limina en Roma el pasado 28 de Mayo de 2015 en las que reconocía explícitamente:

“El Camino Neocatecumenal ha restaurado en la Iglesia la Noche Pascual, que es el centro de la vida cristiana”. 

Una vez transcurridos más de cincuenta años de praxis neocatecumenal, no deja de sorprendernos comprobar cómo lo que a finales de los años sesenta podía parecer una utopía irrealizable, la experiencia de tantas y tantas parroquias donde el Camino Neocatecumenal está presente ha hecho posible una creativa y fecunda recepción de las intuiciones de los iniciadores del Camino respecto de la Vigilia Pascual y de la misma Carta circular de la Congregación para el Culto Divino de 1988, que orienta en el espíritu y modo de celebrarla. La forma celebrativa de la Vigilia Pascual tal y como es preparada, celebrada y vivida en las parroquias donde está implantado el Camino Neocatecumenal, puede ser presentada como paradigma celebrativo. La misma praxis litúrgico-pastoral es el mejor antídoto contra todas las objeciones que a lo largo de estas décadas se han ido poniendo para justificar no vivirla tal como el documento de la Congregación pide a los católicos. Y al mismo tiempo, nos ha permitido descubrir que, sin una Iniciación Cristiana seria, sin una pedagogía gradual que introduzca mistagógicamente en la verdad de los misterios que celebramos, va a ser muy difícil poder educar, conducir y hacer vivir la solemnidad de la Vigilia Pascual como el corazón de la Iglesia y la fiesta de las fiestas, la más importante del Año Litúrgico.

 

Desde un punto de vista pastoral, hemos de afirmar con rotundidad que en la praxis litúrgica de la Vigilia Pascual, tal y como se celebra en las Comunidades Neocatecumenales, se percibe una clara vocación de fidelidad al espíritu con que se pide sea celebrada la Noche Pascual en la Carta circular de la Congregación, y así parece reconocerlo el Estatuto en el artículo doce antes citado. En efecto, toda la liturgia neocatecumenal encuentra en la Vigilia Pascual el Sacramentum optimum, verdadero corazón de todo el Año Litúrgico (SC, nn. 102.106.107). La Vigilia Pascual es la fuente nutricia de toda la vida cristiana. El mejor modo de conocer y descubrir la identidad cristiana es viviendo el Misterio Pascual que se hace acontecimiento salvífico y redentor en la Noche Santa en su plenitud litúrgica y sacramental. Tomando parte en una Vigilia Pascual, tal y como son celebradas por las Comunidades Neocatecumenales, se percibe con asombro y admiración la grandeza de la fe cristiana recibida como don, la belleza de la Iglesia como madre que nos gesta en ella y la fuerza evangelizadora que la misma celebración contiene. En la Vigilia, todas las dimensiones del Misterio Pascual quedan iluminadas y potenciadas en su verdad: Dios y el hombre; la naturaleza y la historia, el pecado y la gracia, la persona y la comunidad, los signos y los sacramentos, la condición de creaturas y la nueva creación, la vida y la muerte, la pasión y la resurrección.

Los neocatecúmenos son iniciados gradualmente a una participación activa y fructuosa en todo lo que la Santa Noche significa, celebra y realiza. Para un párroco, buen conocedor de la teología y la liturgia del Camino Neocatecumenal, como Andrés Fuentes, “la teología kerigmática que ha vertebrado el Camino, conduce de una manera coherente a sellar el proceso en la gran Vigilia Pascual, presidida por el obispo”, tal y como se reconoce en el Estatuto: “Después de haber mostrado con las obras que en ellos se está realizando, aunque en debilidad, el hombre nuevo descrito en el Sermón de la Montaña, que sigue las huellas de Jesucristo, no se resiste al mal y ama al enemigo, los neocatecúmenos renuevan solemnemente las promesas bautismales en la Vigilia Pascual presidida por el Obispo. En esta Liturgia visten las túnicas blancas en recuerdo de su Bautismo” (SCN, Art. 21&2).

 En la praxis neocatecumenal, la celebración del Misterio Pascual está en el origen como fundamento, y se renueva cada año en la Vigilia Pascual como plenitud. Es la experiencia pascual vivida, la que lleva al apóstol a dar testimonio de la Resurrección de Jesucristo como Buena Noticia para el hombre de hoy, y es esta Buena Noticia, acogida en el corazón, la que hace brotar la fe como un don que se alimenta, año tras año, en la fuente de agua viva que se nos da a gustar en la Noche Pascual. Es elocuente, en este sentido, la experiencia que narraba en 1983, Carlo Carreto, tras haber vivido la Vigilia Pascual con una Comunidad Neocatecumenal: “¿No habéis tenido la suerte nunca de pasar la Noche de Pascua con alguna Comunidad Neocatecumenal, tomando parte en el ayuno con que se preparan todos a la explosión del canto del Exultet, que anuncia la pascua del Señor? Si lo habéis probado, no os quedan ganas de tomar parte en ninguna liturgia entre el frío y la indiferencia de un pueblo sin catequizar, formalista y uniforme”. Sin un adecuado camino catequético y mistagógico vivido comunitariamente va a resultar muy difícil llegar a comprender la altura y la profundidad, la anchura y el alcance que la celebración de la Vigilia Pascual ha de tener en la vida cristiana.

La experiencia y la praxis celebrativa de la Vigilia Pascual tal y como se viene celebrando durante más de cuarenta años en las Comunidades Neocatecumenales, nos ha hecho percibir con claridad, la continuidad en la fidelidad con el espíritu con que se pide a toda la Iglesia sea celebrado el Triduo Pascual en el documento de la Congregación. He aquí, en síntesis, algunos principios asentados ya en la praxis neocatecumenal a la hora de celebrar la Vigilia Pascual:

 

  1. a) Se respeta “el ayuno pascual de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna porque el Esposo le ha sido arrebatado” (nº 38). Este ayuno pascual (durante el viernes y el sábado santo) se rompe con la Eucaristía de la solemne Vigilia Pascual y la cena fraternal de los hermanos al término de la celebración de la Vigilia.
  2. b) Se ha conseguido recuperar pastoralmente el significado del carácter nocturno de la Vigilia Pascual (nn. 78-80) del que, según nuestros obispos, “dependen en cierta medida la expresividad de los demás signos y la veracidad de la Vigilia (es decir, velada) Pascual”.
  3. c) En cuanto a la estructura de la Vigilia Pascual con sus diversos elementos y partes (1ª parte: Lucernario y Pregón Pascual; 2ª parte: Liturgia de la Palabra; 3ª parte: Liturgia Bautismal; 4ª parte: Liturgia Eucarística), la praxis litúrgica de las Comunidades Neocatecumenales es fiel a las disposiciones contenidas en el Ordo Missae para esta celebración: se prepara con sumo interés y hasta el último detalle el lugar y el espacio celebrativo (templo o sala) donde la asamblea del Pueblo de Dios va a vivir con expectación la solemne Vigilia Pascual. Hay que tener muy en cuenta que la celebración puede durar de 4 a 5 horas y es imprescindible, en orden a una plena participación, que elementos como la acústica (optima megafonía), visibilidad (distribución de la asamblea), comodidad, temperatura (calefacción), luz (buena iluminación) y otros aspectos auxiliares (servicios, guardería para los niños, etc.) estén preparados.

d) Se resalta a lo largo de toda la celebración el tono alegre, expectante, pascual. La Vigilia es vivida por los neocatecúmenos como la Fiesta de las Fiestas, de ahí la relevancia que adquiere el canto del Pregón Pascual dentro del lucernario con el que se inicia: “El diácono proclama el pregón pascual, magnífico poema lírico que presenta el Misterio Pascual en el conjunto de la economía de la salvación” (nº 84). El canto del Exultet introduce a la asamblea en el espíritu de la Vigilia de un modo muy elocuente en la praxis litúrgica de las Comunidades Neocatecumenales.

e) La riqueza de la Liturgia de la Palabra dentro de la Vigilia Pascual, con sus siete lecturas del Antiguo Testamento y las dos del Nuevo Testamento, es vivido por los neocatecúmenos como una larga celebración nocturna de la Palabra de Dios, sin prisas. La Palabra de Dios que “comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, interpreta el Misterio Pascual de Cristo” (nº 85) es escuchada con una especial atención, cantando “después de cada lectura el salmo como respuesta del pueblo” (nº 86). En este punto, la praxis celebrativa de las Comunidades Neocatecumenales es fiel a la sugerencia que hace el documento de la Congregación al decir que “en la medida de lo posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole propia de la Vigilia Pascual, que exige una cierta duración” (nº 85b) y sugiere que los textos “adquieren toda su fuerza cuando son cantados” (nº 42).

?f) En la Liturgia Bautismal (tercera parte de la Vigilia Pascual) se resalta de modo muy significativo tanto el canto de la Bendición del Agua por parte del diácono como el espacio celebrativo reservado a la celebración del Bautismo (fuente bautismal o recipiente preparado para el sacramento). En la praxis neocatecumenal se tiende a celebrar el Bautismo de los niños con “el rito de la inmersión que es más apto para significar la Muerte y la Resurrección de Cristo”. En el rito de la renovación de las promesas bautismales se procede tal y como se propone en el documento de la Congregación: “Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus manos, responden a las interrogaciones. Después tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles el Bautismo que un día recibieron” (nº 89).

?g) La última parte de la Vigilia Pascual tiene su punto culminante en la celebración de la Eucaristía, “memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo Resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua eterna” (nº 90). En las orientaciones del documento se dice que “hay que poner mucho cuidado para que la Liturgia Eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva” (nº 91) y se pide expresamente que se administre el sacramento bajo las especies de pan y de vino para que en la comunión de la Vigilia Pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico. En un estudio recientemente aparecido sobre la celebración eucarística y el Camino Neocatecumenal, su autor -Ricardo Reyes Castillo- sostiene que “el Camino Neocatecumenal, iluminado por el Espíritu y guiado por la Iglesia, ha colocado como punto central de su itinerario de formación la celebración pascual. Toda la vida de la comunidad se desarrolla alrededor de la Vigilia Pascual, a través de la cual los neocatecúmenos experimentan el poder salvador de la muerte y resurrección de Jesucristo (…). Conscientes de que el Misterio Pascual es el corazón de la vida cristiana para poder comprender la Eucaristía, es necesario subrayar la ineludible gradualidad en la comprensión del sacramento de la Eucaristía, que crece en paralelo a la experiencia de fe del cristiano”. En efecto, cuando se ha tenido la gracia de presidir la Eucaristía con alguna Comunidad Neocatecumenal que ha finalizado el Neocatecumenado, se descubre con asombro cómo el ideal de la Reforma Litúrgica (no que se cante en la Misa sino que la Misa sea cantada) es una realidad conseguida y realizada. Precisamente, el celebrar la Eucaristía el sábado por la noche evoca en los hermanos el recuerdo de la Noche Pascual y les hace vivir la Eucaristía como la Pascua de la semana, entrando en el Domingo -día del Señor y de la Resurrección- pasando con Jesucristo de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, en la actualización del Misterio Pascual que acontece en cada celebración eucarística y nos introduce en el reposo escatológico. La praxis de las Comunidades Neocatecumenales de celebrar la Eucaristía dominical -el Sábado por la noche (desde el punto de vista litúrgico, plenamente Día del Señor)-, encuentra, entre otros, uno de sus fundamentos en la conexión con el signo de la Noche Pascual. Cada vez que los hermanos se reúnen para celebrar la Pascua semanal en el Domingo tienen en sus corazones el eco de la Pascua anual, de la Vigilia de la Noche Santa. Por otra parte, esta costumbre, consolidada en la praxis de más de cuarenta años, es fecunda en frutos como el mismo Estatuto del Camino Neocatecumenal reconoce: “De este modo son atendidas las exigencias del hombre contemporáneo: se valora el Domingo, evitando la dispersión propia del week end, se arranca a los jóvenes de las discotecas del sábado por la noche y de la droga, se da a la familia la posibilidad de estar unida el Domingo en una liturgia doméstica -momento privilegiado en la transmisión de la fe a los hijos- y se permite a los hermanos más formados ayudar a animar las misas dominicales parroquiales; pero sobre todo la intensidad de la participación de la pequeña comunidad en la sagrada Eucaristía estimula y sostiene el cambio moral y el surgir de numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa y misionera”. Cf. SCN, Art. 13&13 (Nota 49).

 La praxis celebrativa de la Vigilia Pascual por parte de las Comunidades Neocatecumenales responde con realismo al espíritu y al modo de proceder que encontramos en el documento de la Congregación. No entendemos, pues, las reticencias que algunos obispos y párrocos siguen poniendo en algunas partes, prohibiendo este modo de celebrar la Vigilia Pascual, cuando es evidente la fidelidad al espíritu y a la letra de la Carta circular de la Congregación y son innumerables los frutos de vida espiritual que comporta celebrar la Vigilia Pascual así, recuperando en toda su expresión y plenitud los signos litúrgicos y los ritos pascuales.

Sin embargo, a pesar de este descubrimiento, renovación y recuperación litúrgica del esplendor de la Vigilia Pascual, la problemática pastoral en torno a esta celebración, se sigue planteando en las parroquias que abren el Neocatecumenado y cuentan con un número pequeño de comunidades. Los conflictos en torno a la Vigilia Pascual se producen, fundamentalmente, ante la necesidad de duplicar la celebración de la Vigilia para atender a las necesidades espirituales, por una parte, de la feligresía que no demanda más que una digna, pero a ser posible no muy larga celebración y por otra, la de responder a la renovación profunda que el Neocatecumenado ha propiciado al redescubrir la celebración de la Vigilia Pascual como “la celebración más importante del año, verdadera cumbre del Santo Triduo de Cristo muerto, sepultado y resucitado (S. Agustín, Ep. 55, 14; PL 33, 215)”. Y, por tanto, del deseo de procurar que todos los signos litúrgicos, con los que se actualiza el Misterio Pascual, sean auténticos y significativos, sobre todo desde el punto de vista de la expresividad y de la verdad de los signos sacramentales.

Cuando surgen los conflictos en relación con la celebración de la Vigilia Pascual, es necesario aplicar una buena dosis de sentido de la pedagogía y caridad pastoral: no se puede obligar a una parte de la feligresía, que no está preparada catequéticamente para ello, a celebrar una Vigilia que se prolonga hasta el amanecer, porque no lo resistiría, como no “se debe obligar a los padres a que bauticen a sus hijos precisamente esta noche”. El mismo criterio pastoral que aplica el documento para no forzar a los padres a que bauticen a sus hijos en la Vigilia, es válido para fundamentar la necesidad de no forzar a la feligresía a una celebración para la que posiblemente no están dispuestos: “De esta manera no se verán forzados a soportar una celebración que les puede resultar incomprensible, y la Vigilia transcurrirá sin tensiones y sin prisas”. Pero tampoco se debería obligar a los neocatecúmenos que han gustado de la riqueza celebrativa de esta Noche Santa a una celebración más corta y simplificada en aras de una comunión parroquial uniformadora. El modo de proceder pastoralmente más aconsejable es el de celebrar una Vigilia lo más dignamente posible con la feligresía y posibilitar la celebración de los neocatecúmenos de la Vigilia Pascual con toda la solemnidad que la Iglesia reclama: “Cuídese de tal modo la liturgia de la Vigilia Pascual que se pueda hacer llegar al pueblo cristiano las riquezas que contienen las plegarias y los ritos; es necesario que se respete la verdad de los signos, se favorezca la participación de los fieles y que no falten ministros, lectores y cantores para el buen desarrollo de la celebración” (nº 93), porque “esta es una noche en vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemora la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse como ´la madre de todas la santas vigilias`. Durante la Vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana” (nº 77). Además, “esta Vigilia es también espera de la segunda venida del Señor” (nº 80). Esta expectativa escatológica es muy viva en la conciencia de los neocatecúmenos que viven toda la Cuaresma y el Triduo Pascua como preparación para esta Venida definitiva del Señor. De todos modos, si nos atenemos a lo que el documento romano nos pide, debemos de afirmar que la celebración típica que propone, se acerca más a la praxis celebrativa de las Comunidades Neocatecumenales que al modo de proceder en la gran mayoría de las parroquias.

Teniendo presente las indicaciones del documento de la Congregación para el Culto Divino en relación con la Vigilia Pascual, habiéndose ya aprobado la praxis litúrgica de las Comunidades Neocatecumenales a través del Estatuto del Camino Neocatecumenal, es muy difícil de comprender para los fieles la resistencia que algunos obispos y no pocos párrocos siguen poniendo para prohibir la celebración de la Vigilia Pascual tal y como vienen celebrando las Comunidades Neocatecumenales desde hace más de cuarenta años. Sobre todo, si tenemos en cuenta la verificación y constatación pastoral real de cómo está disminuyendo la celebración de la Vigilia Pascual en las parroquias, en general, de un modo alarmante. Que un párroco se encuentre con unos feligreses que le soliciten vivir la Vigilia Pascual tal cual la Iglesia pide debería ser, en todo caso, un motivo de gozo y agradecimiento por poder vivir ministerialmente la máxima celebración del Año Litúrgico con unos hermanos que corresponsablemente le ayudarán a vivir el paso del Señor con una expectación y participación activa y ministerialmente responsable.

Si sometiéramos a un análisis comparativo, las orientaciones dadas por la Congregación, sobre el espíritu y la forma de celebrar la Vigilia Pascual en nuestras parroquias, tendríamos que reconocer que aún queda mucho camino por andar. Que la gran celebración de la Iglesia tenga el “centro culminante de todo el Año Litúrgico esplendente en el santo Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor, que se prepara en el tiempo de Cuaresma y que se prolonga en la alegría de los cincuenta días sucesivos” (nº 2), no ha penetrado todavía en el alma y la vida de nuestras comunidades parroquiales y ello se debe en gran parte a la “formación todavía insuficiente, tanto del clero como de los fieles, sobre el Misterio Pascual en su realidad de centro del Año Litúrgico y de la vida cristiana” (Ibidem).

La praxis celebrativa de la Vigilia Pascual, por parte de las Comunidades Neocatecumenales, se aproxima considerablemente a los principios inspiradores de la reforma de la Vigilia Pascual. Apunta hacia dónde tienen que encaminarse los esfuerzos para una real y auténtica recuperación de la centralidad de la celebración más decisiva e importante del Año Litúrgico en la pastoral de nuestras parroquias. La experiencia nos ha ido diciendo que estas comunidades encuentran en la Pascua el sentido a todo el Año Litúrgico. No se concibe siquiera cómo puede vivirse la vida cristiana sin celebrar la Vigilia Pascual, sin integrarse en el Misterio Pascual, como Pueblo de Dios. Ello explica y vigoriza la celebración de la Palabra de Dios cada semana y la Eucaristía abriendo el Día del Señor, la convivencia de cada mes y cada paso del Camino Neocatecumenal: de la Pascua venimos, a la Pascua vamos y de Pascua en Pascua caminamos hasta el paso-pascua definitivo y pleno a la Casa del Padre.

Han pasado cincuenta y ocho años desde el evento conciliar. La Reforma de la Vigilia Pascual y de la Semana Santa tuvo lugar con anterioridad a la celebración del mismo Concilio. A los cuarenta años de la Sacrosanctum Concilium, el Papa JUAN PABLO II se seguía haciendo las siguientes preguntas en su Carta Pastoral Spiritus et Sponsa: “¿Se vive la Liturgia como fuente y cumbre de la vida eclesial, según las enseñanzas de la SC? El redescubrimiento del valor de la palabra de Dios, que la reforma ha realizado, ¿ha encontrado un eco positivo en nuestras celebraciones? ¿Hasta qué punto la Liturgia ha entrado en la vida concreta de los fieles y marca el ritmo de cada comunidad? ¿Se entiende como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y del espíritu misionero eclesial?” (cf. ANDRÉS PARDO, Nuevo Enquiridion, p. 1391). Desde luego, si hacemos estas preguntas al trasluz de la praxis celebrativa de la Vigilia Pascual en nuestras parroquias, hemos de decir, que, en general, estamos aún muy lejos de la Reforma Litúrgica que propone el Concilio Vaticano II. La recepción de esta celebración de la Vigilia Pascual está aún por descubrir. Si nos atenemos a la recepción que la Iglesia ha hecho de la reforma de la Vigilia Pascual, desde la fecha de su reforma (1951) hasta el día de hoy (2013), hemos de afirmar que nos encontramos, aún, muy lejos de lo que los protagonistas de la reforma litúrgica preconciliar y conciliar proyectaron y propusieron para la Iglesia.

Son muchas las parroquias donde la Vigilia Pascual no pasa de ser una celebración un poco más larga y solemne que las demás pero que no ha calado en el espíritu y en el alma de los bautizados. De hecho, las asambleas celebrativas de la Vigilia Pascual pierden feligreses cada año que pasa. ¿A qué se debe esta situación? En nuestro estudio de teología litúrgica y pastoral sobre la Pascua (cf. La Vigilia Pascual: corazón de la Iglesia 2013), he intentado analizar algunas de sus causas, sobre todo, proyectando toda la luz que nos aportan los documentos del Magisterio del período postconciliar sobre la preparación y la celebración las fiestas pascuales. Nos hemos acercado también a la praxis celebrativa de la Vigilia Pascual que gozan las Comunidades Neocatecumenales y, hemos intentado presentar esta forma celebrativa como paradigma de cómo renovar y vivir hoy en la Iglesia la máxima y más importante celebración del Año Litúrgico, superando prejuicios y apostando por aquellas realidades eclesiales que apuntan a una adecuada y fructífera recepción conciliar del modo y el espíritu de celebrar solemnemente la Vigilia Pascual, verdadero corazón de la Iglesia. La Iglesia, en la noche oscura de cada generación, canta y proclama una Buena Noticia: ¡Resurrexit! Y lo hace en la Noche más Santa del año: la Vigilia Pascual. De ahí, la importancia de su descubrimiento, recuperación y celebración con toda su riqueza celebrativa y evangelizadora.

P. Juan José Callés Garzón

 

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